lunes, 27 de noviembre de 2017

OTRO MÁS QUE MUERDE EL POLVO DE FERNANDO ESPÍRITU


                               
                                     COMENTARIO DE MARCO GARCÍA FALCÓN


Los relatos que componen este libro son precisos y concentrados, con un especial talento para dibujar a los personajes a través de sus acciones y el curso de sus pensamientos. Eso y cierta aureola de derrota y de melancolía nos hacen recordar al Ribeyro más logrado de los primeros libros. Fernando Espíritu ha comprendido que el arte narrativo supone un aprendizaje en el que se avanza con paciencia y constancia, y por eso cada una de sus entregas es mejor que la anterior.

domingo, 12 de noviembre de 2017

TODO EN LOS CABALLOS ES MISTERIOSO



De este modo, inicia Savater (2003) un artículo titulado “Un derby con espejismo”, donde sostiene con gran acierto que resulta casi imposible hacer un pronóstico en una carrera de caballos. Es decir, que ni siquiera el más conocedor de la hípica es capaz de garantizar un resultado. Es evidente. La pregunta es ¿por qué? La respuesta también parece simple. Los caballos son animales, no robots programables. Algunos son ideáticos, otros tienen humor cambiante y unos terceros parecen mansas palomas y así. Su carácter es tan diverso como el de los seres humanos, por eso, cuando parece que una tarde de clásico, todo está dispuesto para el triunfo de un ejemplar determinado, este pierde de modo increíble. En la mayoría de los casos, es posible llegar a comprender las razones de su derrota, pero casi siempre será después de la carrera, cuando ya todo está perdido. Hay excepciones, claro. Por ejemplo, cuando Ferrando vaticinó la derrota del caballo favorito argentino Hall of Arts en el Latinoamericano de 1987, corrido en Monterrico debido a un mal entrenamiento durante la semana, pero reitero, son excepciones. La realidad, es que no sabemos casi nada acerca del desempeño de un caballo de carrera. 

       Es posible contraargumentar que se conoce su velocidad, su coraje, su estilo de carrera. De acuerdo, todos estos argumentos son válidos, sin embargo, nada garantiza el desempeño, ni siquiera del mejor crack en una carrera, sino por qué Golden Form perdía todos los clásicos internacionales, incluido el Jockey Club disputado en Monterrico, cuando de local arrasaba a sus rivales. En cambio, conocemos la razón de la única decepción internacional que nos proporcionó el caballo Misilero en un Latinoamericano, se había resfriado y no tuvo tiempo de recuperarse por completo, pero en esa carrera también corrió otro grande la hípica peruana El Duce, y qué coincidencia, fue también, su único fracaso internacional, ya que, siempre tuvo destacadas actuaciones fuera de nuestras fronteras cuando le correspondió representarnos. ¿Y qué le pasó ese día? No lo sé. Quizá quiso correr al lado de su compañero que conocía de Monterrico, y como Misilero no avanzó, él tampoco y se mantuvo a su lado o como dijo el mismo Ferrando, decepcionado por la actuación peruana al culminar la carrera: “Hoy, a los caballos peruanos, simplemente no les dio la gana de correr”.

        Por otro lado, sabemos los motivos de las derrotas de Black Coffey y Clapton en el Pellegrini del año 2000, se enfrentaron a caballos superiores, así de simple, y como es lógico, perdieron. No había nada que reclamar. Quizá Clapton vino algo adelantado y no era su costumbre, pero Black Coffey corrió como siempre.

       ¿Y sucede lo mismo con las victorias? La respuesta es afirmativa, solo que desde mi punto de vista, sucede en menos ocasiones. El triunfo de Capitán Garfio en el Derby Nacional de 1997, es un buen ejemplo. Son los llamados “Golpes” o resultados sorpresa, que se producen cuando un ejemplar, que en apariencia tiene pocas opciones, termina derrotando a los favoritos. Es un aspecto hermoso de la hípica, lo misteriosos que resultan los caballos, y así debe ser, de lo contrario sería muy aburrido, asistir a una carrera donde estamos seguros de quién será el triunfador.


miércoles, 27 de septiembre de 2017

LAS NIEVES DEL KILIMANJARO: PAREJA Y RESIGNACIÓN A LA MUERTE


“El Kilimanjaro es una montaña cubierta de nieve, de 5,913 metros de altura, y dicen que es la más alta de África. Su nombre en masai es Ngaje Ngai, La casa de Dios. Cerca de la cima se encuentra el esqueleto seco y helado de un leopardo, y nadie ha podido explicar nunca qué buscaba el leopardo por aquellas alturas”.

            Así se inicia este relato, todo un ejemplo de la narrativa breve, que muestra la historia de Harry, un escritor frustrado, que debido a un descuido está inmovilizado con una pierna gangrenada en medio de la sabana africana. De modo paralelo, se muestra el vínculo disfuncional con su esposa, que se podría incluir en la categoría de Esposa enamorada y marido frio planteado por Martin (1994).

            La primera idea que surge al momento de analizar el relato, se desprende de la metáfora ideada por el autor, al presentar una breve reseña del Kilimanjaro. Al preguntarse ¿qué hace el esqueleto de un leopardo cerca de la cima y no encontrar una explicación?, es inevitable entablar el paralelo con Harry, el personaje principal. ¿Qué hace un escritor en medio de la sabana africana? ¿Qué hace con una mujer que no ama? Solo esperar la muerte, y Hemingway nos previene de tal desenlace un modo magistral, al señalar la presencia del esqueleto de un leopardo, un esqueleto que señala el único desenlace posible para la historia y para el autor, la muerte, sino recordemos su trágico final, el suicidio. ¿Y cuándo arriba la muerte? Cuando está cerca de la cima. Toda una paradoja. Cuando Harry por fin encuentra una mujer que lo ama y que además tiene dinero, él no solo muere, sino que antes se las arregla para matar la relación.


            Considero destacable, la ausencia del tema de la muerte en la ciencia psicológica. Recién en los últimos años, la psicología de la salud, al referirse a la labor del psicólogo con respecto a las enfermedades terminales ha tratado el tema, pero orientado hacia la obtención de lo que se denomina el bien morir, y que implica acceder al perdón y reconciliarse con las personas significativas para el individuo, en caso de existir algún conflicto sin resolver, y a la vez, aceptar dentro de los posible la enfermedad.

            Cuando alguien muere, en los demás surge algo de curiosidad. Basta observar la cantidad de gente que acude a los velorios y los sepelios. En aquellos dramáticos momentos, aparecen familiares y conocidos que durante años ni siquiera se han relacionado con el difunto. La muerte siempre provoca una interrogante. Las personas cercanas e incluso algunas lejanas se preguntan ¿por qué se murió? ¿Acaso el médico se equivocó? ¿Quizá si hubiésemos iniciado antes el tratamiento? A veces olvidamos, otras veces la culpa nos invade y termina dificultando el proceso de duelo. En el relato de Hemingway, Harry fallece acompañado de su esposa, pero en nuestra realidad ¿cómo se muere la gente hoy en día? Generalmente, muere en soledad, en una sala de emergencias de un hospital o una clínica con escasos o ningún ser querido dispuesto a dar afecto. Harry tiene a su esposa, pero antes de morir deja plasmada su relación disfuncional.

Esta categoría pertenece a los esquemas matrimoniales patológicos, propuesta por Martin (1994), la cual incluye cuatro formas de vinculación:

  • Esposo en busca de una madre.
  • Esposa enamorada y esposo frio.
  • Esposos parásitos.
  • Matrimonio paranoide.

En las Nieves del Kilimanjaro se aprecia a Harry, el personaje principal en una relación del segundo tipo, donde la fuerza del yo del esposo contrasta con la debilidad de su cónyuge. Ella se angustia, se deprime y se queja de la frialdad del esposo, niega sus propios conflictos, aludiendo que es capaz de amar pero la indiferencia de él evita la mejora de la relación. Harry en cambio, en apariencia es competente aunque descuidado, no exterioriza sus emociones, salvo la ira y con un componente de culpa no manifiesto. De esta forma, se plantea el juego patológico de la pareja, la colusión.


La colusión se entiende como la complicidad inconsciente y no confesada en la combinación entre los miembros de la pareja. Sirve para realizar deseos vehementes de amar inmaduros y, al mismo tiempo, asegura la defensa contra los temores que ello implica. El juego de Harry y su esposa en los últimos momentos de su vida gira alrededor de lo imposible, de la fantasía del bienestar del vínculo desplazando todo conflicto a la pierna gangrenada así como a la demora de la avioneta. En mi opinión, no solo se va deteriorando la relación al igual que la pierna, además la solución parece estar lejos o no estar al alcance, como la avioneta. 

domingo, 27 de agosto de 2017

LA VOLUNTAD HUMANA EN LA ILÍADA Y LA BALADA DEL VIEJO MARINERO


¿Somos dueños de nuestro destino? Es evidente que para los griegos no. A diferencia de los ingleses, en Grecia, la voluntad humana se encontraba supeditada a los oráculos y en ocasiones a la voluntad de los dioses, porque incluso ellos, no encuentran motivaciones propias para sus actos. Apolo no puede salvar a Héctor en su lucha con Aquiles. Ni siquiera Zeus quien reina en el Olimpo consigue todos sus propósitos y recurre a la balanza cuando debe tomar una decisión significativa.

En la Iliada se plantea el rol del hombre en el cosmos y su interrelación con los dioses (Gutierrez, 2015). Aquí una primera paradoja, un cosmos donde el ser humano es desprovisto de su voluntad, a veces de modo consciente y en otras, inconsciente, como un Ello que impulsa al Yo, pero que desconoce sus contenidos. Es la palabra sin representación. Un proceso primario o un inconsciente lacaniano. Un verdadero caos puesto que un cosmos donde el hombre no es dueño de su destino carece de sentido. Y una segunda paradoja se orienta al destino trágico planteado por los dioses, que parecen deleitarse con el sufrimiento humano, por ejemplo, durante la muerte de Patroclo, cuando Apolo “Se le puso detrás y golpeando con la mano abierta sus espaldas y anchos hombros, turbole los ojos”, o cuando Atenea engaña a Héctor para que enfrente a Aquiles, y se hace pasar por Deífobo. Las palabras de Héctor reflejan el destino funesto preparado para él con claridad:

            “Ay! Sin duda a la muerte me llaman los dioses eternos.
Yo supuse que el héroe Deífobo estaba conmigo,
Pero está tras el muro y Atena ha forjado un engaño”.

            En ambos casos, los hombres quedan indefensos, sin poder hacer nada, ni siquiera tienen derecho al azar porque su destino está marcado por la muerte. Tampoco la búsqueda del honor, tan valorado por la cultura griega, los salva. Resulta curioso que en una sociedad donde el honor está ligado a la acción, no le sirva de modo en particular, es decir, su muerte es un ejemplo para los demás, pero no para él mismo. Esto podría afirmarse como una tercera paradoja, en un  poema épico como la Iliada orientado desde una perspectiva determinista, ya superada en la actualidad por un gran número de disciplinas por el término factores de riesgo, pero a pesar de ello, el poema conmueve y eleva el mito a su categoría máxima y le otorga un valor literario universal que permanece vigente.


            En cambio, “En la balada del viejo marinero”, también el hombre se ve enfrentado a un destino marcado por la naturaleza, pero a diferencia del poema homérico, es un destino que él mismo provoca al dar muerte al albatros, que representa a la naturaleza, hecho que desencadena una serie de sucesos dramáticos. Esta es la diferencia crucial entre ambos poemas, mientras que en la Iliada los hombres no son dueños de su destino, en el poema de Coleridge, si bien, el hombre no es capaz de controlar los sucesos trágicos, es responsable de ellos al originar su destino, es decir, la posibilidad de elección existe, y al tomar la decisión equivocada, la ley del talión se impone. Y es una ley que en Coleridge aparece representada por la muerte. Una muerte de carácter femenino que decide el destino de los hombres a través de un juego de dados ante la mirada impotente del marinero:

“y a los dados jugaban las mujeres.
¡Acabó el juego ya, y es mía la partida!
dijo una, y silbó por tres veces ”.

            La angustia y la soledad ligadas a la muerte lo desbordan, queda a merced de ellos, y solo la defensa como un fantasma figurado puede imaginar un alivio posible, como una ensoñación las serpientes marinas ayudaran a reconciliar al marino con la naturaleza. Sin embargo, en este aspecto se encuentra otra diferencia con la tragedia griega, mientras que en la Iliada el heroísmo unido al honor marca la pauta de los personajes que aceptan con valor su destino por trágico que sea, en Coleridge, el marinero se angustia, es un sufrimiento que lo lleva a la desesperanza, a desear huir:

            “Tal maldición yo vi siete días y siete
Noches, mas sin morirme”.


            Esta angustia surge porque en un inicio el marinero no acepta su destino, absorbido por una encrucijada como complejo, sus deseos por un lado, su moral en la contraparte, y él mismo en medio sin saber cómo reaccionar ante un destino que solo es  una consecuencia de sus actos. Se muestra una actitud carente de honor, ni heroísmo. Solo al final, la reflexión, el acceso al sí mismo, y por consiguiente su compromiso con la naturaleza, le permite admitir su culpa y plasmarla a través de la confesión.

sábado, 22 de julio de 2017

EN EL ESPACIO NADIE PUEDE OÍR TUS GRITOS


El título del artículo pertenece a la frase utilizada  en el tráiler publicitario de “Alien, el octavo pasajero” de 1979, conocido como el primer filme de terror de ciencia ficción. Recuerdo haber visto la película de niño y todavía permanece grabada en mi memoria como una estampa, la escena donde el oficial Kane, interpretado por John Hurt, muere de un modo impresionante delante de sus compañeros durante la comida en la nave Nostromo. Así nace Alien, y desde el primer momento, es terrorífico. Pronto, comenzará a matar a toda la tripulación como un animal sanguinario, y a la vez, con una inteligencia superior a la humana.


            Alien se convirtió en ícono del miedo. Fue el temido “cuco” convertido en realidad, podía estar escondido en cualquier parte y atacar de improviso amparado en la oscuridad y la absoluta soledad del espacio. Uno a uno, los tripulantes de la nave Nostromo se convertirán en sus víctimas, porque Alien, no se detiene, seguirá matando y parece su único destino, el destino que le otorga el director Scott para mantener al espectador pegado en la butaca. Angustia y sadismo combinados, fueron el sello que nos legó esta despiadada criatura. Las secuelas, hasta la reciente Alien covenant, perdieron aquella sensación de miedo. Era predecible, la sorpresa estaba perdida. Quizá hasta el segundo filme, se mantuvo el suspenso y el miedo. Después, se intentó recurrir a complicaciones en la historia y a pesar del avance de los efectos visuales, gracias a la tecnología, ya no fue lo mismo.


            El suspenso y el miedo de Alien escondido y corriendo por la nave Nostromo en busca de una nueva víctima, fue insuperable. Mi memoria, así lo recuerda.

domingo, 18 de junio de 2017

CINCO CUADRAS


Hoy caminé las cinco cuadras más largas de mi vida. No por la extensión de las manzanas sino por el pequeño paso de mi hijo. Tiene casi cuatro años, y como es lógico sus pasitos son cortos. ¿Adónde nos dirigíamos? A su nido ubicado a solo cinco cuadras de nuestra casa. Cinco cuadras eternas, inolvidables. Sucede que era la primera vez que tomaba la responsabilidad de preparar todo y llevarlo al nido. Antes se encargaba mi esposa, yo salía temprano al trabajo cuando José todavía estaba durmiendo regresaba en la noche para la cena, pero este semestre nuestros horarios laborales cambiaron, y dos días debo dictar clases por la tarde, mientras que a ella le corresponde torturar a los chicos con estadística a las ocho de la mañana. Recuerdo cuando recibió su nuevo horario en la universidad. Se angustió y estuvo a punto de dejar el curso. “¿Ahora quién lo va a llevar al nido?”, me preguntó y tenía razón de preocuparse. En aquel tiempo, carecíamos de mayor ayuda. Decidimos calmarnos y esperar mi horario. Ignoro si tuvimos suerte, aunque para mi esposa fue ayuda divina y quizá esté en lo cierto. Cuando me entregaron el horario, descubrí que uno de los cursos a mi cargo había sido programado por la tarde y tenía dos mañanas libres, y una coincidía con la clase madrugadora de mi esposa. Suspiramos de alivio. Todo resuelto. ¿Quién se encargaría de alistar y llevar a José al nido un día a la semana? Por supuesto, que yo.


El día anterior, mi esposa tuvo la gentileza de dejarme la muda de ropa lista. Así, que me levanté temprano, ingresé a la ducha rogando que José todavía permanezca dormido. Preparé el desayuno de ambos y lo fui a despertar. Ninguno de los preparativos significó un problema. Llevarlo al baño, asearlo, cambiarlo de ropa, aplicarle su crema para la alergia y su protector solar. Lo había hecho antes así que estaba habituado. Lo que sucedió luego, si fue toda una odisea, aunque esperada, fue como Ulises, un viaje largo, muy largo de solo cinco cuadras.

La hora de ingreso al nido es a las 8:30 am. Salimos a las 8:20. Cinco cuadras en diez minutos con su pasito corto. Tiempo de sobra pensé. Craso error. Sucede que José no solo camina, también corre, lo que en este caso podría parecer una bendición porque llegaríamos más rápido, pero les aseguro que no lo es. A esta edad, se puede desviar del camino, terminar empapado en sudor y coger una gripe de padre y señor mío o lo que sería peor cruzar la calzada sin percatarse de los autos. Así que mejor, caminamos. Es más seguro. “Despacio se llega lejos”, dice el refrán, pero también tiene sus inconvenientes. En ocasiones, por no decir, a cada momento José se detiene y pregunta algo “¿Viste ese auto papá? Es de color dojo” “¿Cómo se llama ese árbol?” “Mira el parque ¿podemos venir después?”. ¿Luego jugamos con mis dinosaurios? Y yo hago todo el esfuerzo sobrehumano para no cargarlo y llevarlo más aprisa porque se hace tarde: “Si, papito es rojo”. “Es una palmera, José”. “Si, vienes con mamá porque voy trabajar”. “Sí, en la noche jugamos con tus dinosaurios”, pero sobre todo “Vamos, hijito, camina”. “Ya estoy caminando papá”. Y siento que lo amo más que nunca, porque es nuestro momento. Un momento solo para padre e hijo. Inolvidable.

Llegamos en veinte minutos, más lento que viajar en hora punta por la avenida Javier Prado. Cuando por fin la puerta de colores del nido estuvo delante, se lo entrego a  Mis Cinthya, nos despedimos con un abrazo y un beso y me dice “Chau, papi”, y al instante, siento nostalgia. La misma nostalgia del primer día de clase que vinimos con mi esposa. Por supuesto, que regresé a casa en cinco minutos. Casi corriendo. Encendí la computadora y escribí este artículo.


domingo, 21 de mayo de 2017

ENTREVISTA A GARCÍA MÁRQUEZ: RECHAZO A LAS TEORÍAS INAMOVIBLES


En 1981, la revista  The Paris Review entrevistó al escritor García Márquez. Aquí algunos pasajes de la misma. Las respuestas del Nobel vienen en cursiva y negrita.
Por ejemplo, si dices que hay unos elefantes volando en el cielo, la gente no te va creer. Pero si dices que hay 421 elefantes volando en el cielo, puede que lo crean.
Esta técnica la aprendió de su abuela supuestamente, quien “contaba cosas que sonaban sobrenaturales y fantásticas con completa naturalidad”. Lo maravilloso casual. Les compartimos aquí algunas otras perlas o balas del oficio de García Marquez, más un artesano que un filósofo:
Una de las cosas más difíciles es el primer párrafo. Me he pasado meses en el primer párrafo, y una vez que lo obtengo, lo demás fluye fácilmente. En el primer párrafo debes resolver la mayoría de los problemas de tu libro.
Traté de contar la historia sin creer en ella —descubrí que lo que tenía que hacer era creer en ella y luego escribirla.
El punto que quiero hacer es que estos escritores jóvenes están gastando su vida escribiéndole a los críticos en vez de trabajando en su escritura. Es mucho más importante escribir a que escriban de nosotros.
Más que los clichés románticos-bohemios, el escritor debe estar sano y lúcido:
Estoy en contra del concepto que mantiene que el acto de escribir debe de ser un sacrificio, y que entre peores las condiciones económicas y emocionales, mejor es la escritura. Creo que debes de estar en un buen estado emocional y físico. La creación literaria para mí requiere de buena salud.
García Márquez encuentra su inspiración en el mundo cotidiano:
Ya que no soy un gran intelectual, encuentro mis antecedentes en cosas de la vida diaria, en la vida, y no en las obras maestras.

Sobre la inspiración, la intuición y la intelectualidad:
La inspiración es cuando encuentras el tema adecuado, uno que realmente te guste; eso hace que el trabajo sea más fácil. La intuición, que también es fundamental para escribir ficción, es una cualidad especial que nos ayuda a descifrar qué es real sin necesitar conocimiento científico o cualquier otro tipo de aprendizaje especial… Es una forma de tener experiencia sin tener que luchar con ella… Básicamente es lo contrario de la intelectualidad, que es probablemente lo que más detesto en el mundo –en el sentido de que el mundo real se convierte en una especie de teoría inamovible.
Le preguntan si le caen mal “los teóricos”.

Exactamente. Sobre todo porque no los entiendo. Es por eso que tengo que explicar todo por anécdotas, porque no tengo mente para las abstracciones. Es por eso que muchos críticos dicen que no soy una persona culta.

domingo, 14 de mayo de 2017

CITA MACABRA


Se abren las compuertas y el toro sale corriendo. Asustado, confundido. El toro no entiende por qué la gente aplaude, por qué grita, por qué de pronto ahora hay luz y una figura dorada difusa al frente. Solo mira sin ver por la vaselina. Con esfuerzo tiene que levantar la cabeza. Rasgaron los músculos del cuello para que permanezca más cerca de la arena que del cielo. El toro siente la puya, y otra vez, el griterío. Insoportable, indigno. El toro huye confundido, tropieza con las tablas, cae, se levanta y corre entre los anillos como un oráculo trazado. El toro besa la arena y la gente vestida de humanos aplaude. A veces, un caballo muere y la gente también aplaude. La figura dorada lo espera y el toro, sin saber, acude a la macabra cita, cada vez más débil, deshidratado, golpeado. El toro ahora está furioso pero humillado. Una estocada del averno y descubre que la figura dorada no es dorada sino negra, como el alma de las personas que vitorean al hombre por sobre el animal. El toro ya huele la arena. Está muy cerca. Demasiado. El toro ha muerto y nadie ha visto su muerte.

domingo, 9 de abril de 2017

EL MAGO DE RIGA


Mijail Nejemievich Tal es el nombre de uno de los más grandes y poco conocidos, campeones mundiales de ajedrez. Nació en Riga, Letonia en 1936 y se coronó con el título mundial a los 23 años, todo un record para la época, derrotando a Botvinnik. Su reinado fue muy corto: desde 1960 hasta 1961. Sus problemas de salud y de indisciplina, le impidieron un mayor tiempo de reinado.
El GMI Gligoric narra una anécdota inspiradora sobre Tal. En una ocasión, el campeón Botvinnik estaba de vacaciones en Letonia, y Mijail Tal siendo todavía un niño, llegó con su tablero y fichas de ajedrez a la casa veraniega del campeón, con la ilusa idea de jugar una partida con él. Como resulta evidente, le dijeron que no sería posible. Años más tarde, en 1960, Mijail Tal, conocido como el Mago de Riga por su extraordinaria técnica de juego y sus combinaciones arriesgadas sobre los escaques, ganó su derecho de enfrentar al campeón que de modo curioso, seguía siendo Botvinnik y lo derrotó por un contundente +6-2=13. Al año siguiente, perdería el título en el match de revancha, pero su vigencia se mantuvo durante décadas, ganando importantes torneos, incluso llegó a derrotar al gran Garry Kasparov, que  había superado su record al coronarse campeón del mundo a los 22 años.

Mijail Tal revolucionó el juego ciencia antes que Fischer. Cuando apreció en escena en 1953, todo era muy calmado en el mundo del ajedrez. Los grandes maestros se respetaban en exceso. Si a uno le correspondían las piezas blancas, atacaba, y si le correspondía las piezas negras, optaba por la defensa hasta esperar un descuido del oponente y pasar al ataque. La consecuencia era obvia: abundaban las tablas, y los triunfos y derrotas eran escasos. Entonces, apareció Tal como una estrella fugaz y cambió todos los patrones del juego y del comportamiento. Él, atacaba siempre, parecía burlarse de la teoría, lanzaba sacrificios, jugaba de igual a igual, introdujo la psicología al juego. El resultado fue maravilloso. Disminuyeron los empates y se elevaron los triunfos y derrotas. El juego del ajedrez se convirtió en una auténtica batalla y ganó más aficionados.

El campeón Botvinnik dijo acerca de Tal: “Si Tal aprendiera a programarse a sí mismo, sería imposible ganarle”.

miércoles, 1 de marzo de 2017

CUATRO CUENTOS O UNA NOUVELLE


Existen historias que calan en lo profundo de nuestro ser y nos atrapan desde la primera línea. Identificación o empatía. No importa. Son escasos los autores que pueden lograrlo, para ello, la historia tiene que ser capaz de capturarnos de un modo inconsciente. Casi irracional. Lo narrado debe salir de la entraña para llegar del mismo modo al lector. Esto lo percibimos, cuando cogemos un libro y resulta imposible dejarlo porque se convierte en una necesidad descubrir cómo continua la historia, ansiamos saber qué le sucede al personaje, y detestamos cada interrupción. Cada vez que me encuentro ante una situación así de inusual, emprendo una nueva tarea. Buscar otros libros de dicho autor. En algunos casos, estas nuevas lecturas terminan con una decepción, pero en otros, se produce algo extraordinario: mi captura total e ingreso al mundo creado por un autor que desde ese instante pasa a convertirse en uno mis favoritos.

            Esta maravillosa sensación me sucedió con Ribeyro, Zola, Cortazar, McCullers, Carver, Saramago y tantos otros autores, como seguro perciben, así de dispares. Un descubrimiento tardío, porque recién lo leí pasados los 30 años, fue el estadounidense John Steinbeck, nacido en California en 1902. La Perla, De ratones y hombres, Las uvas de la ira, Al este del Edén, bastan para reconocerlo. Es cierto que sus dos primeros libros: La copa de oro y Las praderas del cielo, pasaron desapercibidos, recién el tercero llamado: El pony colorado logró capturar la atención de los críticos y llegaron a considerar al autor como una promesa. No se equivocaron. Muchos años después, en 1962, fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura.

            Hace unos días, terminé de leer El pony colorado, y reafirmo lo sucedido cuando llegó a mis manos La perla. Resultó imposible dejar las experiencias del niño Jody, Vivir junto con él, en cuatro historias que funcionan como independiente o como una nouvelle, sus emociones desencantos, su paso de la inocencia al dolor, a la añoranza, en fin, a los misterios de la vida, porque esto ocurre cuando uno lee a Steinbeck, siempre preocupado por los problemas sociales, nos traslada a un mundo muy lejos de lo ideal. Jody junto a su familia y al ayudante Billy Buck, nos representa a la mayoría de nosotros, una vida de inconformidad y a la vez, deseos de no rendirse nunca. Para mi estupenda lectura de iniciación.

domingo, 29 de enero de 2017

VACACIONES ÚTILES


Como todos los años, en los meses de verano surgen una gran variedad de instituciones que ofrecen programas de “Vacaciones útiles” para mantener ocupados a los niños y adolescentes, y que no pierdan su tiempo jugando (como si jugar fuera una pérdida de tiempo y no una de las actividades más serias de todo ser humano). Repito, existen una diversidad de programas: desde mini chef hasta robótica, pasando por todos los deportes y por supuesto, las artes. Se ha convertido casi en una obligación inscribir a los hijos en alguna de estas actividades. ¿Y si no inscribes a tus hijos? Eres un mal padre. Así no lo expresen, lo insinúan con la mirada. Aclaro que no estoy en contra de dichas actividades, lo relevante sería determinar su verdadera utilidad.
Recuerdo en mis años infantiles haber padecido de aquellas dichosas vacaciones útiles. Sí, como lo acaban de leer: PADECIDO. La razón era muy simple. Jamás fui inscrito en algo que verdaderamente deseara. No estoy culpando a mis padres ni a nadie. Los tiempos eran otros, y la educación, totalmente distinta. En aquellos años, los padres no le preguntaban a uno “¿qué quieres hacer en el verano?”, porque asumían que la respuesta sería: “Nada”, o en todo caso “jugar”, que para ellos, significaba lo mismo. No, a los niños no  se les preguntaba nada. Un día llegaban a la casa y me decían: “Desde el martes empiezas Karate”. Y para mí, la sola idea de tener que golpear a alguien o de recibir un golpe, no entraba en mi cabeza. Levanté mi voz de protesta pero se la llevó el viento. Y estuve premiado porque al año siguiente, mi padre me anotó en boxeo. Qué tortura. Más golpes. “Para que aprendes a defenderte”, fue su argumento, y lo que yo más ansiaba era aprender a jugar futbol porque estaba hasta las pelotas de ser el eterno arquero. Aunque no lo crean, también fui inscrito en danzas andinas, cuya utilidad fue nula porque nunca aprendí a bailar; luego, fue el básquet, para que crezca, creencias de aquellos años, y finalmente, natación, que fue lo único que disfruté.

¿Y, el fútbol? Jamás pisé una academia, y cuando años más tarde, en mi época adolescente, junto con mis amigos del barrio, descubrimos que un equipo de fútbol de tercera división del distrito estaba probando jugadores, corrimos ilusionados al estadio de Surquillo a probarnos. De los diez que acudimos, solo escogieron a dos. A mí, por supuesto que no. Yo solo alcancé a probarme la camiseta. Una camiseta de color rojo. Incluso llegamos a tomarnos una foto. Una foto que se perdió en el tiempo, A pesar de todo, retornamos contentos por nuestros amigos elegidos. Los verdaderos, los que formamos en la infancia y en la adolescencia.

En la actualidad, cuando arriban las vacaciones, la primera pregunta que le hago a mi hijo es: ¿Qué quieres hacer? Si desea jugar, excelente, juego con él. Sí además, quiere hacer alguna otra actividad, le ofrezco un abanico de alternativas. Este año, eligió tenis. Y ahí está. Con la raqueta pegando a la pelota y también, fallando, aunque ya va mejorando, pero no es lo importante. Lo que más importa es ver su rostro feliz.