domingo, 16 de octubre de 2016

UNA CRÓNICA CONVERTIDA EN TRAGEDIA


En “Crónica de una muerte anunciada”, García Márquez nos anuncia la fatalidad desde el título. Es como si nos contaran el final de la historia desde el principio. ¿Dónde radica entonces el éxito de esta novela corta? ¿Dónde está la clave de su capacidad de capturar a un lector que ya conoce el desenlace? Considero que la respuesta no solo se encuentra en la temática universal utilizada, sino en el tratamiento de la historia misma. El título nos anuncia una crónica, pero sabemos que no lo es, puesto que no ofrece una sucesión ordenada de hechos, y ni siquiera narra los más importantes. Por ejemplo, jamás nos enteramos con certeza, quién es el verdadero culpable de mancillar el honor de Ángela Vicario, solo llegamos a sospecharlo.

            En realidad, esta pequeña (en extensión) obra maestra de García Márquez, está presentada como una tragedia griega, donde el protagonista es un héroe trágico: Santiago que terminará muerto sin ser culpable, y todo por obra de la fatalidad, recordemos que los hermanos de Ángela, luego de su reacción inicial, ya no quieren asesinar a Santiago, pero nadie en el pueblo, que cumple las funciones del coro de la tragedia griega, llega avisarle a la futura víctima, y el funesto suceso termina consumado. El pueblo representa un coro que se limita a observar, cediendo paso al fatalismo extremo, cuando la misma madre de Santiago cierra la puerta, convencida de que su hijo está a salvo en casa.

Además, toda esta serie de sucesos, nos deja otra sensación. El lector queda frustrado por la convicción de que el asesinato pudo evitarse, y no solo eso, cuando uno vuelve a leer la novela, surge la esperanza de que en esta oportunidad, Santiago sobrevivirá, ya que no es posible morir de una manera tan absurda. Es increíble, pero así sucede. También, podría parecer inverosímil que todo un pueblo conozca el destino del protagonista, y no sea capaz de comunicárselo, pero no sucede así. Aquí radica la maestría del Nobel colombiano, convencer al lector de que es posible. Para todos aquellos que todavía no han accedido a esta obra, los invito a leerla, estoy convencido de que no se arrepentirán.