Hoy caminé las cinco cuadras
más largas de mi vida. No por la extensión de las manzanas sino por el pequeño
paso de mi hijo. Tiene casi cuatro años, y como es lógico sus pasitos son
cortos. ¿Adónde nos dirigíamos? A su nido ubicado a solo cinco cuadras de
nuestra casa. Cinco cuadras eternas, inolvidables. Sucede que era la primera
vez que tomaba la responsabilidad de preparar todo y llevarlo al nido. Antes se
encargaba mi esposa, yo salía temprano al trabajo cuando José todavía estaba
durmiendo regresaba en la noche para la cena, pero este semestre nuestros
horarios laborales cambiaron, y dos días debo dictar clases por la tarde,
mientras que a ella le corresponde torturar a los chicos con estadística a las
ocho de la mañana. Recuerdo cuando recibió su nuevo horario en la universidad.
Se angustió y estuvo a punto de dejar el curso. “¿Ahora quién lo va a llevar al
nido?”, me preguntó y tenía razón de preocuparse. En aquel tiempo, carecíamos
de mayor ayuda. Decidimos calmarnos y esperar mi horario. Ignoro si tuvimos
suerte, aunque para mi esposa fue ayuda divina y quizá esté en lo cierto. Cuando
me entregaron el horario, descubrí que uno de los cursos a mi cargo había sido
programado por la tarde y tenía dos mañanas libres, y una coincidía con la
clase madrugadora de mi esposa. Suspiramos de alivio. Todo resuelto. ¿Quién se
encargaría de alistar y llevar a José al nido un día a la semana? Por supuesto,
que yo.
El día anterior, mi esposa
tuvo la gentileza de dejarme la muda de ropa lista. Así, que me levanté
temprano, ingresé a la ducha rogando que José todavía permanezca dormido.
Preparé el desayuno de ambos y lo fui a despertar. Ninguno de los preparativos
significó un problema. Llevarlo al baño, asearlo, cambiarlo de ropa, aplicarle su
crema para la alergia y su protector solar. Lo había hecho antes así que estaba
habituado. Lo que sucedió luego, si fue toda una odisea, aunque esperada, fue
como Ulises, un viaje largo, muy largo de solo cinco cuadras.
La hora de ingreso al nido
es a las 8:30 am. Salimos a las 8:20. Cinco cuadras en diez minutos con su
pasito corto. Tiempo de sobra pensé. Craso error. Sucede que José no solo
camina, también corre, lo que en este caso podría parecer una bendición porque
llegaríamos más rápido, pero les aseguro que no lo es. A esta edad, se puede
desviar del camino, terminar empapado en sudor y coger una gripe de padre y
señor mío o lo que sería peor cruzar la calzada sin percatarse de los autos.
Así que mejor, caminamos. Es más seguro. “Despacio se llega lejos”, dice el
refrán, pero también tiene sus inconvenientes. En ocasiones, por no decir, a
cada momento José se detiene y pregunta algo “¿Viste ese auto papá? Es de color
dojo” “¿Cómo se llama ese árbol?” “Mira el parque ¿podemos venir después?”. ¿Luego
jugamos con mis dinosaurios? Y yo hago todo el esfuerzo sobrehumano para no
cargarlo y llevarlo más aprisa porque se hace tarde: “Si, papito es rojo”. “Es
una palmera, José”. “Si, vienes con mamá porque voy trabajar”. “Sí, en la noche
jugamos con tus dinosaurios”, pero sobre todo “Vamos, hijito, camina”. “Ya
estoy caminando papá”. Y siento que lo amo más que nunca, porque es nuestro
momento. Un momento solo para padre e hijo. Inolvidable.
Llegamos en veinte minutos,
más lento que viajar en hora punta por la avenida Javier Prado. Cuando por fin
la puerta de colores del nido estuvo delante, se lo entrego a Mis Cinthya, nos despedimos con un abrazo y
un beso y me dice “Chau, papi”, y al instante, siento nostalgia. La misma
nostalgia del primer día de clase que vinimos con mi esposa. Por supuesto, que
regresé a casa en cinco minutos. Casi corriendo. Encendí la computadora y
escribí este artículo.
Me encantò, esos momentos son ùnicos,aùn no soy mamà pero tengo un sobrino a quìen le dedico mi tiempo desde hace 6 años,el tiempo que dura la universidad, cada momento son hermosos, pese a mi escaso tiempo pero son tiempos de calidad :)
ResponderEliminarMuchas gracias por el comentario.
EliminarBuen relato y experiencia que recordara ufff ...
ResponderEliminarPd: ellos son niños una vez ... Uds serán padres siempre ��
Muchas gracias por el comentario.
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