¿En
cuántas ocasiones una pareja que comenzó su relación con la ilusión de haber
encontrado un paraíso, terminó convirtiendo su vida en un infierno? ¿Cómo
sucedió este cambio tan nefasto? La respuesta puede parece demasiada simple:
poco a poco. El enamoramiento plagado de ficciones nos ciega y desempeña un
papel fundamental en nuestra elección de la pareja, lo cual, unido a la
tendencia del enamorado a ocultar aquello que considera sus debilidades
mostrando solo su mejor faceta, es suficiente para sembrar la semilla del
desencanto y la disfunción posterior.
Esta respuesta: “poco a poco”, nos obliga a precisar una notable diferencia entre el inicio fantástico de toda relación, en especial si ambos miembros decidieron unirse bajo los efectos del enamoramiento, y su desenlace donde queda instaurada la infelicidad crónica qué en algunos casos puede llegar a derivar en situaciones de maltrato. Antes de llegar a sucesos lamentables, la separación de los cónyuges, surge como una alternativa saludable ante la imposibilidad de solucionar ciertas incompatibilidades. Alberoni (2005), sostiene que el enamoramiento no solo incluye una emoción intensa, sino que además es repentino, es decir, una persona puede no sentirse enamorada el día de hoy, y la próxima semana, descubrir que está enamorada perdidamente. Este cambio brusco es necesario para incitar al individuo a buscar el acercamiento de la posible pareja. En el lado opuesto, encontramos a aquellas parejas que una vez superada la ilusión inicial encuentran dificultades para acomodarse a las diferencias descubiertas en el otro, entonces se decepcionan, sufren y deprimen, pero es muy importante aclarar, no se desenamoran con facilidad, y por consiguiente, luchan por mantener el vínculo.
Aquí, en esta lucha, puede surgir el
germen de la disfuncionalidad si los integrantes de la pareja no comprenden que
entre el deseo y la realidad hay una diferencia, si no manejan la angustia y
elaboran la frustración, lo cual implica aceptar el placer postergado, la
ambivalencia natural de la vida y entender que la pareja nunca será todo lo que
esperamos. Kreimer (2005), sostiene que el paso del enamoramiento al amor, es
doloroso, debido a que implica renunciar a ciertos deseos, proceso necesario,
donde se elabora el duelo respectivo para acceder a la realidad, elemento
fundamental del amor.
Desarrollar una vida en pareja no es una situación que se
debe tomar a la ligera. Una pareja puede convertir nuestra vida en un paraíso o
en un infierno. Debemos entender algo fundamental, solo acceden a tener una
pareja saludable los adultos, no los niños, y por supuesto, no me refiero a la
edad cronológica. El infantilismo de muchas personas enturbia el vínculo, y lo
que es lamentable queda convertido en un estilo de vida. Pareja conformados por
personas inmaduras pululan por todo el mundo. Por otro lado, es signo de
madurez aceptar las carencias y percibir al amado como un todo en diversos
espacios y tiempos, y no amarlo solo cuando satisface nuestras necesidades.
Recuerde: “sí ninguno es culpable, ambos los son” (Nardone, 2014), lo que no
quiere decir que en una relación ambos tengan la misma cantidad de responsabilidad
de la disfunción, pero sí de por lo menos una parte. La gran mayoría de
dificultades en pareja aparecen lentamente. No de improviso. La conocida frase
de Branden (2000): Primero un yo, luego una relación, podría complementarse del
siguiente modo: primero salud y equilibrio personal, luego una relación de pareja
saludable.