Cada vez que un joven comparte conmigo
sus deseos de ser escritor, de inmediato suelo hacerle una pregunta. ¿Qué
libros has leído? Así como no se puede aprender a nadar sin lanzarse a una piscina,
no se puede pretender escribir, si antes haber sido un lector. En temas de lectura, sobre todo en nuestra sociedad, donde casi
nadie lee, es necesario, motivar a los nuevos lectores con aquello que más les agrade. Pocos leen al inicio por placer, y si no sucede así, después no se leerá por
obligación. Para estos lectores incipientes, lo primero es brindarles textos que
llamen su atención y generen afición por los libros. Cuando su atención esté capturada, es
posible mejorar su capacidad lectora.
Una vez desarrollada esta capacidad, recomiendo leer a los clásicos, puesto que las obras clásicas no
necesitan abogados defensores, ni de marketing tan utilizado hoy en día. Un clásico
sólo requiere un espacio en los libreros, en los escaparates y en los planes de
estudio. Luego, ellos se defienden por sí mismos y con las innumerables
enseñanzas desprendidas de ellos, (sin que sea su finalidad) se ganan los
lectores a pulso, a base de su prestigio histórico, a base de lecturas y
relecturas atentas y sensibles a lo largo de los siglos, y son capaces de influir
de modo significativo en la mente de las nuevas generaciones por su sola
capacidad de emocionar y hacer pensar.
Los clásicos se pueden leer y se deben leer, al inicio con alguna ayuda o adaptación
aceptable, pero eso sí, siempre que apetezcan, libremente, con interés
auténtico y con desnudez de prejuicios. Quizá al inicio, al joven lector no lo
atrapen. Ya llegará su momento de entenderlos y disfrutarlos de verdad.
Y deben ser leídos con más razón, por los aspirantes a escritores. Por ejemplo,
no concibo a un futuro novelista que no haya leído El Quijote, o a un cuentista
que no conozca a Chejov, ni mucho menos a un poeta, que no haya disfrutado de
la Iliada. Hay excepciones, por supuesto, pero generalmente no es posible desarrollarse como autor sin haber leído una buena obra. Así que a leer, y jamás por obligación. Como
mencioné líneas arriba, todo tiene su tiempo.