jueves, 31 de diciembre de 2020

Lorrie Moore y las ranas


        Recién tuve la oportunidad de leer a Lorrie Moore este año. Un año de crisis y pérdidas en algún sentido para todos. En mi caso, una de las formas terapéuticas de afrontar la pandemia fue la lectura, y un grato descubrimiento fue esta autora nacida en Nueva York, que tiene la maravillosa habilidad de combinar el humor dentro de un clima de melancolía. 

        En su novela "¿Quién se hará cargo del hospital de las ranas?", nos relata la vida de Berie, la protagonista a modo de recuerdo de su adolescencia. No solo somos testigos de sus aventuras y descubrimientos del mundo, sino que además, nos entrega un significado de la amistad y una manera original de sobrellevar una relación de pareja fallida. Aunque que existen momentos dónde el argumento parece detenerse y quizá un lector acostumbrado a textos más ágiles pueda sentirse algo estancado. Sin embargo, es un libro con una historia conmovedora, capaz de tocar con la punta de los dedos nuestras emociones y sentimientos. Para mí, esta característica en una novela es suficiente.

lunes, 2 de noviembre de 2020

BELLEZA NEGRA O AZABACHE


 La primera vez que vi “Belleza negra” era un niño e ignoraba que era una novela de la escritora inglesa Anna Sewell. Fue una serie para televisión que llegó a la pantalla con el nombre de “Negro Bonito”, y narraba la historia de un caballo que pasaba por distintas aventuras al tener que ser vendido por su dueño debido a razones económicas.

La historia combinaba el drama, la crueldad y el humor de una manera que conmovedora y no me permitió perder ninguno de sus capítulos, a pesar de lo doloroso que podían resultar algunos de ellos. El suspenso de la desolación se mantiene hasta el final dónde un giro inesperado me devolvió el aliento y el ánimo.

Algunos años después, en 1987 encontré de casualidad una versión animada de 48 minutos que respetaba el título original de la obra: “Belleza negra”, pero como es evidente no podía tratar con profundidad todo lo visto en la serie.

Mucho tiempo después, cuando descubrí que no solo era una película para televisión, decidí leer la novela y comprendí que Sewell tenía un gran afecto por los caballos y pretendió denunciar el maltrato a los animales para buscar un trato justo para ellos. Además, al ser escrito en 1877, pienso que es uno de los primeros casos dónde se humaniza a los animales puesto que la historia es narrada en primera persona.


En la actualidad, “Belleza Negra” o “Azabache” es considerado un clásico de la literatura juvenil y tuvo tanto éxito que existen unas cinco adaptaciones a la pantalla. La última fue en 1994.

Por otro lado, la autora Anna Sewell consiguió ver y disfrutar del éxito de su novela, pero muy poco tiempo, ya que falleció algunos meses después de la publicación. Espero que se animen a buscar este maravilloso libro.

martes, 20 de octubre de 2020

CINCO NOVELAS DE CIENCIA FICCIÓN

     En esta ocasión, les ofrezco una lista  de cinco títulos del género de Ciencia ficción. Como es evidente, muchos autores quedan al margen, pero con la promesa de incluirlos en una siguiente lista. Aquí mis recomendaciones y comentarios.

                                                         FUNDACIÓN - ISAAC ASIMOV

    Considerado el Padre de la Ciencia ficción, Asimov nos obsequia su famosa saga de la Fundación. En un inicio se trató de una trilogía, pero luego, decidió ampliar su saga a ocho novelas. En ellas, nos relata el auge y la caída del Imperio galáctico en Trántor, dónde el protagonista Hari Seldon propone salvar los restos de la civilización a través de un poder conocido como la Fundación. Asimov también es conocido por su libro de cuentos "Yo robot" y múltiples obras con diversas temáticas. Su legado implica todo un universo. Los invito a conocerlo.



                                                    FAHRENHEIT 45 - RAY BRADBURY

    En esta lista, no podía faltar este autor estadounidense más conocido por su libro: "Crónicas marcianas". Sin embargo, preferí elegir esta novela distópica que describe a la civilización occidental como si estuviera esclavizada por los medios,en la cuál, los bomberos cumplen la misión de quemar los libros que el gobierno considera prohibidos.  El autor nos relata los cuestionamientos de Guy, un bombero que no se conforma con su mecánica labor.



                                            SOY LEYENDA - RICHARD MATHESON

    Esta novela es un clásico en su género. Es un texto sobre la soledad y el aislamiento, dónde el protagonista Robert reflexiona sobre el bien y el mal en un  mundo sangriento azotado por una enfermedad que ha transformado a la raza humana, dónde surge un dilema final, muy distinto al mostrado en el filme del mismo nombre.



                                           PARQUE JURÁSICO - MICHAEL CRICHTON

    Quizá es uno de los autores que más ha visto su obra en las pantallas de cine. Una de la primeras fue "La amenaza de Andrómeda" en 1971. En "Parque jurásico", los dinosaurios vuelven a conquistar la tierra por culpa de unos inescrupulosos que buscan comercializar con la ingeniería genética. El proyecto se escapa de control y ya se imaginan lo que sucede.



                                    LA LEGIÓN DEL ESPACIO - JACK WILLIAMSON

       Autor poco conocido fuera del género de ciencia ficción, aunque escribió otras obras. Confieso que elegí este título por ser un texto de mi juventud. Se trata de una novela de aventuras espaciales dónde John Star junto con un grupo muy particular debe rescatar a Aladoree, la guardiana del AKKA, un arma muy poderosa y necesaria para proteger a La Tierra de unos invasores alienígenas. Cuando uno lee esta novela, no puede evitar encontrar paralelos con la famosa saga de Star Wars, aunque la novela de Williamson aparece más inocente para los tiempos actuales. Sobre todo recomendaría el texto para los jóvenes que deseen iniciarse en el maravilloso mundo de la lectura.





domingo, 27 de septiembre de 2020

EQUIVOCACIONES DEL DESEO

 

No conozco a ninguna persona que necesite tener una pareja. En cambio, conozco a muchos que desean tener una pareja, lo cual, es muy diferente. Exacto, hay un gran abismo de diferencia entre necesitar y desear. Mientras la necesidad se entiende a través de lo biológico, el deseo se estudia desde lo psicológico. Si no tengo una pareja, a nivel fisiológico no sucede nada conmigo. Es cierto que en algunas personas, esta situación afectará su autoestima o los dejará sumidos en la frustración o en la tristeza, pero todas estos casos se pueden superar con el tiempo, salvo que surja un trastorno de por medio. Además, la psicopatología siempre es una excepción de lo contrario, no se definiría como tal.

 

            Una vez establecido que la elección pareja se gesta a través de aspectos psicológicos, paso a un segundo aspecto: la responsabilidad de dicha elección, es decir, que el individuo debe asumir el compromiso de su deseo, hablo de una especie de sintonía entre lo que uno siente y lo que uno hace, y para llevarlo a cabo, lo acepta o no lo acepta. Cualquier inconsistencia a este nivel, propiciará en el futuro conflictos, sobre todo en las aspiraciones que se vivencian como no cumplidas.


 

            Aquí una de las principales raíces del error en cuestiones de deseo. Escasas personas saben con nitidez qué es lo que desean con respecto a una pareja. Generalmente, se tiene una idea vaga o idealizada. En ambos casos, la mala elección puede llevar a las personas al desastre amoroso. Un ejemplo de ello, son las relaciones peligrosas. En el primer caso, porque se elige sin darse cuenta del significado del otro, y en el segundo caso, porque se antepone la fantasía a la realidad.

 

            Así que debemos recordar, las personas no necesitamos tener una pareja, deseamos una pareja. No todos, claro. Muchos prefieren estar solos o solas, pero ese es otro tema.


viernes, 21 de agosto de 2020

EL AMOR ES UNA TONTERÍA

 

Aunque no lo crean, hay muchas personas que están convencidas de ello. Si no cómo explicar la cantidad de separaciones al poco tiempo de contraer matrimonio. Las personas piensan que tener familia es un juego, que los inconvenientes que ocasiona la convivencia se resolverán solo porque se aman. Lo peor sucede cuando los conflictos estallan porque muchas veces, involucran de modo indirecto a los hijos, y es que la gente piensa que el amor es una tontería.

Veamos un ejemplo: “Me caso con alguien solo porque tiene un rostro bello, y luego, en el matrimonio descubro que somos incompatibles o somos muy distintos, tenemos gustos diferentes y no  nos toleramos, entonces ¿qué hago? Me divorcio. ¿Y si hay hijos? Mala suerte. Quedan como un barco a la deriva y un trauma por superar. Mi inmadurez me llevó a casarme y ahora, a divorciarme, y de paso perjudico a niños inocentes”.

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Como pueden ver, es un ejemplo de la vida cotidiana. Repito, un gran número de personas sigue pensando que el amor es una tontería, cuando en realidad es algo muy serio. Hace unos años, cuando lo comprendí, escribí varios cuentos dónde el tema central es la pareja. Se trata de mi libro “Te queda un poco de café”. Sentir amor es una muestra de madurez, y una persona madura tiene menos posibilidades de elegir mal a una pareja y por consiguiente, la probabilidad de separarse será más lejana. Aquí un dato: solo puedo amar, si primero me amo a mí mismo. Solo puedo compartir amor, si tengo amor. Recuerde: El amor no es una tontería.


domingo, 31 de mayo de 2020

LA AVIACIÓN DE JF



JF es fanático del filme Cars. Ha visto la película unas 800 veces, y en mi caso unas 600, porque no le gusta ver la televisión solo. En realidad no le gusta hacer nada solo. Así que en cada oportunidad en la cual coge sus autos y pide su video, mi esposa o yo, o ambos teníamos que sentarnos con él y volver a ver el filme. Recuerdo que llegó un momento, donde alcancé a memorizar cada escena. Incluso llegué a ser capaz de recitar los diálogos de los personajes a la perfección y a descubrir los momentos predilectos de mi hijo: los choques de autos, sobre todo cuando salían volando unos encima de otros. Mi hijo no solo estaba aprendiendo sino además, jugaba con los ojos.

¿Cuándo comenzó este cambio en JF? Cuando logró ponerse de pie y dio sus primeros pasos. La capacidad de caminar le brinda a todo niño una nueva visión espacial del mundo, su campo de acción se amplia de modo notable. Antes estaba limitado a la zona donde lo colocábamos, y en cambio, ahora podía dirigirse hacia donde quisiera. A nosotros, nos emocionó verlo caminar, pero a la vez, la angustia nos invadió hasta niveles siderales, porque su deseo de explorar lo llevó por cada rincón de la casa, sin medir el peligro, y cada vez que encontraba algo que lo satisfacía lo convertía en un juego. El juego, la actividad más significativa para todo niño.


Y para jugar, una parte importante son los juguetes. La otra más importante, por supuesto, son los padres con quienes jugar. Lo entendía a la perfección, pero quería que JF tuviera juguetes y poder divertirnos juntos, hasta que un día escuché una entrevista al premio nobel José Saramago, a quién admiro como persona y escritor, decir que los niños en la actualidad casi no tienen la posibilidad de crear porque los padres actuales llenan las habitaciones de los niños de juguetes. En la actualidad, un niño ni siquiera tiene la posibilidad de disfrutar de un juguete, y elegir uno como su preferido, porque de inmediato ya le compraron otro. Y tiene razón, en mi infancia recuerdo haber tenido mi caballito favorito, mi tigre, mi auto amarillo. En cambio, ahora veo a mi hijo pasar de un juguete a otro sin mayor significancia. De inmediato, detuve la mano y reduje la compra de juguetes y recordé cómo se divertía al principio con un perrito con ruedas que para variar decía: “guau”, que le obsequiaron mis padres cuando cumplió su primer año. Lo llevaba por toda la casa. Los juguetes con ruedas y de bloques son los mejores para comenzar.

Una tarde regresó a la casa con un avión de peluche. “Se lo ganó en una fiesta”, dijo mi esposa. Era uno de los protagonistas de una película de Disney. Entonces tuve una recaída. Olvidé las sabias palabras de Saramago y poco a poco compré todos los peluches. Ahora, JF tiene su aviación completa o quizá deba decir: yo tengo mi aviación completa. Solo sé que corremos y reímos haciendo carreras de aviones y luego, otra vez, coge sus autos y pide su video de Cars. Todavía ignoro el resultado de estas acciones, aunque en estos casos, siempre resulta útil recordar que el punto medio aristotélico es imprescindible.

jueves, 23 de abril de 2020

CÓMO LLEGAR A SER UN TERMINATOR

             Cuento publicado en mi libro: "Otro más que muerde el polvo" por Intermezzotropical.


Papá parecía no querer a mamá. Jamás la vi darle un beso, ni siquiera una palmada en el hombro. Aunque en realidad, papá parecía no querer a nadie de nuestra familia, porque a sus hermanos y sobrinos, los adoraba. Papá conducía un Toyota verde del 96, hacía taxi y era capaz de llevarlos hasta el fin del mundo si se lo pedían. En cambio, a nosotros no nos llevaba ni a la esquina. Ni siquiera se movió cuando mi hermano Ismael se murió. Apenas tenía cuatro años y era fanático de Cars. Había visto la película unas ochenta veces. Para mí que no la entendía del todo, pero igual se mataba de risa con los choques. Eran sus escenas preferidas. Miraba fascinado cuando los autos volaban unos sobre otros y terminaban despatarrados sobre la pista de carreras. Mamá y yo lo veíamos contento y nos reíamos con él. A veces llegaba mi padre y arruinaba todo. “De nuevo, con esa cojudez”. Ismael lo ignoraba, o quizá no sabía el significado de la palabra cojudez porque seguía concentrado en la pantalla. Mamá caminaba hacia la cocina y yo miraba a papá con ira.

Sucedió muy rápido. El tiempo a veces es ingrato y solo avanza. No existen las pausas. Un día Ismael jugaba con sus bloques de colores en la sala, y al otro, ya no estaba. Claro, nadie podía adivinar que sus simples estornudos terminarían en una pulmonía. Estaba resfriado y en un descuido se comió un helado. El mío. Cuando lo descubrí, sonreía con su boca manchada de crema por su travesura. En la noche, volaba en fiebre. Mi madre salió corriendo a emergencia con mi hermano en brazos. Mi padre ni se movió, siguió echado en la cama durmiendo. ¿Y el auto? En el garaje. Mamá no sabía conducir, sino lo habría hecho. El viejo no quiso enseñarle. Cuando le pregunté a papá por qué no los llevaba, me miró con cara de pocos amigos y ordenó que me callara. Jamás imaginé que no volvería a ver a mi hermano. Creo que mi padre tampoco, porque a los diez minutos, lo escuché hablar por teléfono. Susurraba. Luego, se cambió el pijama, salió oliendo a perfume del baño y se largó. Creo que la mujer se llamaba Nilda. La odiaba con todas mis fuerzas, pero detestaba más a mi padre. Ismael murió esa misma noche, aunque yo recién me enteré a la mañana siguiente cuando mamá regresó a casa. Tenía una cara zombie, seguro por la mala noche.

Era un día luminoso. Luz solar sin bochorno. Algo raro en la capital. Encontré a mi madre sentada con las piernas juntas en una silla de la cocina, parecía tener mil años. Sorprendida, triste, pareció titubear, luego preguntó por papá. “No está”, le dije. “Creo que salió a trabajar”. Ella me miró, sus ojos hablaron, sabía que mentía. Papá apenas trabajaba. Todos los días, salía temprano con el pretexto del taxi, porque en realidad era una excusa. Mamá aguantaba y yo no sabía qué carajo hacer. Quizá ella tampoco, y por eso, todo seguía igual. Papá se largaba a tomar desayuno con la tal Nilda, y después se dedicaba a perder el tiempo conversando con sus amigos que llevaban encargos en el mercado de flores. Si por el camino, le salía algún pasajero, cumplía con el servicio y listo. Era todo su trabajo. Así nos metía el dedo a todos. Ya conocía su discurso de cada noche cuando dejaba unos cuantos billetes sobre la mesa. “Con esta crisis, ya casi nadie toma taxi”. Después, colocaba su cd de Los Panchos y preguntaba si había periódico. Si existe gente conchuda, mi padre debió ser el rey de todos, y mi madre, bien gracias. Como si cayera la lluvia y no se mojara. ¿Cómo fue que se casaron? Siempre fue un misterio para mí.

-¿Y mi hermano?
-Se murió.

¿Qué? No jodas, ma. No se lo dije, claro. Solo lo pensé. Hasta el día de hoy me lo pregunto: ¿cómo pudo ser tan fría con tremenda noticia? Parecía un cubo de hielo. Un robot. Y lo que dijo después, me sorprendió aún más: “Alístate para el colegio”. Entonces comprendí, no quería que la viera llorar. Su rostro colorado, sus puños apretados. Cogí mi mochila y salí rápido. Muy rápido.

 Mi padre dijo que fue su culpa, un descuido de mamá. Al principio, ella no dijo nada, solo lo miraba fijo. Una mirada de polo norte. Ni siquiera ese día los vi apoyarse. Ni un solo abrazo. Solo gritos por toda la casa. ¿Por qué aguantaba tanto, mamá? No lo sabía. Cuando llegaron los abuelos al velorio, la mirada de mamá cambió. Pasó de una mirada de congeladora a una de miedo. Tenía la mirada de Terminator cazando a Sara Connors. Papá ni siquiera se dio cuenta. Mamá, parecía traer algo entre manos.


En unas semanas llegó diciembre. Nada sucedió. Aumentó el calor y estaba aburrido. Todo era más aburrido desde la muerte de Ismael. Un día sentí su ausencia más que nunca, vi su rostro sonriente, algo cabezón y de ojos grandes, y me sentí culpable por todas las veces que lo había mandado de paseo y no había jugado con él. Y por mi helado. Sobre todo por haber dejado mi helado sobre la mesa. Mi madre seguía en un estado de zombie con mirada de Terminator y mi padre no había modificado un ápice su rutina. Nilda por las mañanas, su familia por las tardes y el periódico por las noches. Una noche regresando a la casa lo encontré sentado en la cocina, bebía de una lata de cerveza. Decía que la comida era una porquería. Criticaba a mi madre, a mis abuelos. Criticaba todo. No lo soporté. “Mierda”, grité y fui corriendo hacia él. Mi madre quiso detenerme pero pasé muy rápido. Mi padre no lo esperaba. Atónito, lo vi levantar su lata. Pensé que me la lanzaría por la cabeza y me derribaría de un golpe como otras veces, pero no fue así. Intentaba alejarla mientras caía de la silla. La lata fue rodando debajo de la mesa, la cerveza se esparció por el piso. “Carajo”, dijo, pero no se defendió. Solo intentaba detener los golpes. Quizá en aquel instante recordó a Ismael, su cara redonda, su sonrisa. No sé. Si llegó a sentir algo de pena, tampoco le duró mucho.

Siguió visitando a esa tal Nilda. Al poco tiempo, mi madre sorprendió a todos y sin avisar a nadie, cambió la cerradura de la casa. Cuando mi padre regresó y advirtió que sus llaves no servían para nada, comenzó a gritar y a golpear la puerta. Miré a mamá. Estaba diferente. Ya no tenía cara de zombie, solo la mirada fría de un Terminator. Abrió la ventana y comenzó a lanzar la ropa del viejo a la calle. Decidida, molesta, hastiada, gigante. Era mi madre. “¿Qué te pasa loca?” “Lárgate, mierda, sino te echo agua caliente”. Papá siguió gritando un rato, fue mucho tiempo, una eternidad. Luego, imagino que se marchó, porque ella cerró la ventana, cogió un cuadro donde sonreíamos Ismael y yo juntos y se recostó en el sillón. Fue la única vez que la vi llorar.

 Ahora cuando nos cruzamos por la calle, mi padre me ignora. Yo todavía siento un escalofrío, pero sigo mí camino. “Hasta la vista, baby”. Qué más puedo hacer.

sábado, 28 de marzo de 2020

DILEMA NOCTURNO

(Cuento premiado por la Municipalidad de La Victoria en el 2014 y publicado en el libro: "Hasta siempre,Yoda")


La primera vez que escuché el rumor del Inca asesino, no le presté la más mínima atención. Vi la noticia en uno de esos diarios populares, que uno encuentra colgados en los puestos de periódicos, pero que nunca compra. “La presencia de un asteroide anuncia el fin del mundo”, “Encontraron los clavos de la cruz de Jesús”, “Platillos voladores son vistos al sur de la capital” y tonterías de ese estilo figuraban en sus titulares. Así, que cuando leí en grandes letras rojas: “Inca asesino asola el distrito de La Victoria”, no encontré ninguna razón válida para prestar atención a semejante estupidez.

Trabajaba desde hace ocho años como fotógrafo en La Noticia. Un diario de contenido mediano, lo cual se reflejaba en sus ventas habituales. Sus lectores no figuraban entre los más cultos, pero tampoco pertenecían al grupo de aquellos que solo leen los deportes y las tiras cómicas, o al menos, eso quise creer. Montalván, el director me ofreció un sueldo al destajo. “Si traes buenas fotos, ganas tú y ganamos nosotros, sino te jodes y nosotros buscamos a otro fotógrafo”. Así estaban las cosas. Difíciles. Aquel año, tenía una esposa a quien mantener y debía aguantar, no quedaba otra. Montalván era un hombre extraño. De esos que parecen cuerdos, pero que en realidad no lo son. Le faltaba un tornillo, y uno muy grande.

            -Miren estas fotos –Montalván extendió varias fotografías sobre su escritorio.

            La oficina era pequeña, con una ventana hacia la calle, por la cual, se divisaba el edificio del frente, a un lado un estante para libros lleno de ejemplares pasados de La Noticia y ningún libro, un reloj circular de pared y un cesto de basura lleno de papeles.

-Son espantosas –dijo Ramírez, uno de los redactores.

Carlos, el otro fotógrafo hizo una mueca de asco y retrocedió hacia la puerta. Como ninguno se acercó, las cogí para observarlas de cerca. Ramírez tenía razón, producía un ligero escalofrío mirarlas.

            -Los mataron con un hacha o algo parecido –comenzó a decir Montalván.
-Ya veo –la expresión del director reflejaba con claridad que había intuido algo. Ahora solo faltaba que se acomode los anteojos y lance su versión del caso.
Montalván se acomodó los anteojos, recogió las fotos y dijo:
-¿Han oído algo sobre el Inca asesino?
            -No hablará en serio –dijo Ramírez.
            -¿Por qué no? Vean las fotos.
-Pueden ser trucadas –dije.
            -Las muertes son reales –Montalván volvió de dejar las fotos sobre el escritorio y señaló una por una-. Este era un ambulante, lo decapitaron de un solo tajo y su carrito de emoliente terminó partido en dos.

Las siguientes fotos mostraron a un hombre y a una mujer con cortes a lo largo de todo el cuerpo. Según el director se trataba de un vago y de una puta.

-Y todos fueron encontrados en el mismo lugar.
            -No me diga que en la Plaza Manco Cápac –dije.
            -Exacto y necesitamos una foto.
            Todos nos miramos. Sin duda el director estaba loco.
            -Se imaginan tener una foto de ese Inca o lo que carajo sea. Al periódico le vendría muy bien.

            Y a ti también desgraciado. Sabía que a Montalván poco le importaba la seguridad de sus empleados. Cuando se le metía una idea en la cabeza, nadie era capaz de hacerlo cambiar de opinión. En una ocasión, envió a uno de los fotógrafos a conseguir una toma de un asalto terrorista en el mismo Ayacucho. Días después, recibió la foto de su empleado muerto con la hoz y el martillo pintados en su cuerpo. “Murió como un héroe”, comentó Montalván. En la oficina todos lo miramos con odio, pero ninguno dijo nada.

Carlos rechazó la propuesta y se marchó de inmediato. Ramírez se comprometió a escribir la nota si alguien conseguía una foto. Terminé de observar las fotografías y aunque me pareció escuchar una voz interior que me advertía que no lo hiciera, acepté. Además, qué podía perder. No creía en fantasmas y había perdido todo lo que consideraba importante en mi vida.


El año anterior había sido un año de desgracias. Primero, la muerte de mi padre, el viejo se electrocutó mientras realizaba unas conexiones en casa y luego, mi esposa quien apareció muerta semanas después en las orillas del río Rímac. La policía sospechaba de un asalto con secuestro. Nunca confirmaron nada y no hallaron a los asesinos. Montalván pidió una foto. Me negué y cuando el director amenazó con despedirme, en un arranque de valor lo mandé por un tubo. La reacción del director resultó una total sorpresa. Se quedó mirándome con sus grandes ojos amenazadores, como si pensara qué hago con este insolente. Estaba tenso y me preparé para ser despedido y, a la vez, me dije que no toleraría ningún grito. Entonces el director se levantó y como si leyera mi mente me dijo lo mismo que yo pensaba de él. “Se te ha zafado un tornillo, hombre. Relájate un poco y regresa mañana”.

Al salir de la oficina, fui directo hacia la Plaza Manco Cápac. En la avenida Iquitos el tráfico resultó un caos. Recorrí en veinte minutos lo que en otras circunstancias debía tardar cinco. Mi auto, un Fiat azul del 98 carecía de aire acondicionado y el Sol de verano provocaba un reflejo molesto en el parabrisas. Decidí ignorar un semáforo en rojo y me estacioné a media cuadra de la plaza.

Caminé hasta el monumento y cuando estuve frente a él, me di cuenta que nunca le había prestado atención. “Así, que tú eres el asesino”. Decidí regresar en la noche y esperar. La idea me pareció absurda, pero de momento no se me ocurrió algo mejor.

Las dos primeras semanas, no sucedió nada. Al llegar, estacionaba el Fiat cerca de la Plaza y pasaba la noche en vela aguardando. Arriba del monumento, el Inca no se movió ni un centímetro. Al cabo de unos días, regresé donde Montalván para decirle que la idea era un total disparate. El director luego de lanzar un discurso acerca de la perseverancia, aceptó de mala gana que descansara unos días.

A la noche siguiente, ocurrió otro asesinato.

No lo podía creer. Simplemente no podía. Esta vez, la víctima fue un borracho que amaneció tirado en el pavimento muy cerca del Inca. Sin duda, el asesino estaba divirtiéndose con la policía, no solo había sido capaz de crear el mito del Inca asesino, sino que además se trataba de un maldito sanguinario. Estaba seguro de ello. La fotografía era mi campo y en mi recorrido buscando la toma exacta acorde con la noticia, había sido testigo de muchas cosas, dolorosas y horrendas, trágicas y peligrosas, pero la idea de la existencia de un fantasma no me cabía en la cabeza.

Regresé en mi auto la noche siguiente y la subsiguiente. Continué con la misma rutina durante dos meses hasta el día de mi cumpleaños.  El primero sin Verónica, mi esposa. Ramírez y Carlos me invitaron a beber unas cervezas y acepté. Al despedirse, sugirieron que vaya a dormir. “De ninguna manera”, les dije. Prefería montar la vigilia habitual cerca a la plaza. Necesitaba la foto. Lo sentía en las entrañas. “Aquí está su fantasma”, le gritaría a Montalván. Lo necesitaba. Detuve el auto en la avenida Iquitos y volví a esperar.

Esta vez, no resistí la noche en vela. En algún momento me quedé dormido. Soñé que era cuidador de ovejas en una granja y dentro del mismo sueño, pensé que jamás sería un buen pastor. Había dejado desprotegida a Verónica y la asesinaron. No, no era un buen pastor. Era un excelente cazador. Un cazador de noticias. Entonces me sorprendió el estruendo de un golpe. Al abrir los ojos, vi un cuerpo sobre el parabrisas. Grité. No pude evitarlo. Tenía la cabeza de lado como si el cuello estuviera roto y le faltaba un brazo. Tardé unos instantes en reaccionar. Salí del auto y a pesar del temor y en contra de la voz interior que me avisaba del peligro, sin prever el riesgo corrí hacia la plaza y levanté la mirada hacia el monumento. El Inca Manco Cápac seguía como siempre. De pie con las piernas firmes y abiertas, un brazo levantado apuntando hacia el este y en el otro brazo su cetro. Me sentí estúpido. ¿Qué esperaba ver? ¿El fantasma del Inca corriendo? Miré a todos lados, necesitaba recuperar el aliento y pensar con claridad. El cuerpo era real y debía existir un asesino. Un maldito de carne y hueso y no un fantasma. Por supuesto que sí.

Entonces me di cuenta que había perdido una gran oportunidad. Había dejado escapar al verdadero homicida por correr detrás de un fantasma imaginario. Regresé sobre mis pasos y encontré el Fiat con el parabrisas roto y el cuerpo bañado en sangre. Al acercarme descubrí a un hombre joven. Tenía los ojos abiertos. Todavía alcanzaba a distinguirse el terror en ellos, como si hubiera visto un fantasma. No sé porque vino la imagen de Verónica a mi mente ¿Un fantasma? No, no podía ser. Ella estaba muerta. La encontraron a orillas del rio. Yo la vi. En aquel momento, me pareció ver una sombra enorme cubriendo gran parte de la calle. En mi desesperación no había percibido que era la única persona alrededor de varias cuadras, lo que sin duda resultaba extraño. El gesto en el rostro de aquel hombre indicaba que había lanzado un grito antes de morir. Un grito que ahora se ahogaba en mi garganta al distinguir la sombra adquiriendo forma. Creí ver un cetro gigante y un arma similar a un hacha.

Esta vez, mi voz interior permaneció en silencio. Ansié con todas mis fuerzas que llegara Verónica con su ternura a calmarme o que la visión fuera efecto de la cerveza, pero la sombra estaba cada vez más cerca.

Demasiado cerca.

lunes, 24 de febrero de 2020

LOS PRIMEROS CINCO TÍTULOS QUE LEÍ


En estos tiempos donde casi nadie lee, pretendo seguir dando la batalla e insistir en el hecho de que una persona es ajena a los libros porque no ha encontrado la obra adecuada. Hoy quisiera compartir con ustedes los primeros cinco libros que busqué y leí con placer, no por obligación. Para  algunos de ustedes, no significarán títulos extraordinarios y con seguridad, al menos dos de ellos no lo son, pero fueron muy significativos para un adolescente de 12 años, edad que tenía cuando los leí. Cada persona tiene que encontrar sus primeros títulos para luego, evolucionar a lecturas más profundas y complejas. Hace más de tres décadas inicié mi amor por los libros. Aquí los primeros que leí:


La guerra de las galaxias

El guión novelado de George Lucas, que narra las aventuras de Luke Skywalker, y que no solo logró afianzar mi fanatismo por la saga de Star Wars, sino que además, fue fundamental en mi acercamiento a la lectura. Con seguridad carece de virtudes literarias, pero para un muchacho de 12 años, aquello era irrelevante. Solo gozaba con los personajes combatiendo contra el imperio al lado de temas como el amor, la aventura, la juventud tan preciados por la humanidad.



Colmillo Blanco

Un clásico de la literatura norteamericana de Jack London. En aquella época, para mí solo era la historia trágica de un perro salvaje y su pasaje a la civilización. ¿Podrá lograrlo? Los invito a averiguarlo.



Kramer vs Kramer

Más conocida como película porque ganó el Oscar, es quizá la única novela famosa de Avery Corman. Es un drama familiar que no decepciona e intenta responder a preguntas como: ¿qué sucede cuando se rompe la armonía de una pareja? ¿Qué sucede en el interior de un niño cuando sus padres se separan? A descubrirlo.



Los piratas de la Malasia

En la actualidad, las historias de Emilio Salgari pueden resultar algo ingenuas, pero el protagonista: el pirata Sandokán, los espera para compartir una serie de aventuras donde las emboscadas y las batallas surgen en medio de la búsqueda de la justicia.



El viejo y el mar

Ernest Hemingway no necesita presentación, así que solo mencionaré que en esta novela corta de unas cien páginas, el autor nos ofrece la condición del hombre contra la naturaleza. Es el esfuerzo, el valor y la derrota. Es una forma sombría de ver al ser humano que a pesar de todo, no se rinde.


martes, 28 de enero de 2020

CINCO TÍTULOS DE AUTORAS QUÉ DEBERÍAS LEER


 AMISTAD DE JUVENTUD

Libro de cuentos escrito por la autora canadiense Alice Munro. Sus cuentos encierran un halo de melancolía al retratar de un modo magnífico y profundo, la experiencia humana. A pesar de ser cuentos algo extensos, se pueden leer de una sola sentada. Quizá su obra más conocida es "Demasiada felicidad", pero prefiero ofrecer un título dónde los sueños juegan un papel crucial.


BELOVED

Toni Morrison es una de mis autoras favoritas. La descubrí de modo tardío. Hace unos siete años y desde entonces cada libro suyo, es un verdadero deleite. En esta novela, Morrison nos ofrece temas como el dolor, la muerte, el crimen, el amor, todo condensado en situaciones dónde el entorno abruma a los personajes y los obliga a tomar decisiones increíbles.


ÚLTIMOS TESTIGOS

Svetlana Alexiévich es una autora oriunda de Bielorrusia. Es cierto que su obra más conocida es "Voces de Chernóbil", pero en este libro: "Últimos testigos", nos relata el horror de la guerra, la miseria y la esperanza con historias capaces de conmovernos hasta el llanto. Sin duda un título imprescindible para los amantes de la buena literatura.


EL SABOTAJE AMOROSO

La autora belga Amelie Nothomb, nos relata en esta novela corta, parte de su infancia transcurrida en oriente. De prosa ágil, acompañamos a la protagonista en sus aventuras con humor, energía y reflexiones ante el conocimiento una cultura nueva explorada a través del recuerdo.


LO QUE NO TIENE NOMBRE

Piedad Bonett es una poeta colombiana que convierte una de duelo en un maravillo texto literario. No solo comparte la congoja, sino que la trasforma en universal y en este aspecto radica el mayor mérito de la obra. "Lo que no tiene nombre" es un canto lírico a la pérdida de un ser querido. Como menciona el título no existe una palabra capaz de representar el dolor vivido. Una estupenda lectura.