La
semana pasada se celebró el Día de la amistad; y el comercio, las redes
sociales, las calles se vieron invadidas de coloridos mensajes, globos en forma
de corazón y osos de peluche gigantes desfilaron por la ciudad, y no pude
evitar sentir como el amor y la amistad quedaban reducidas a mercancías, a
productos. En una sociedad enajenada como la nuestra, donde se tiende a vivir
hacia lo externo, hacia el qué dirán, y a la vez, hacia el individualismo, ¿es
posible que todavía exista la amistad? Lo dudo. En todo caso, la amistad será
cuestión de excepciones.
En la dinámica del ciclo de vida, es
natural encontrar y perder amigos. Por ejemplo, durante la niñez, una simple
mudanza nos aleja de ellos. A partir de la adolescencia, la pérdida de las
amistades cambia, se suman otros factores como la desilusión, las traiciones,
que solo nos permiten descubrir algo terrible, sobre todo la primera vez que
sucede, el hecho de que muchas personas que suponemos amigas, en realidad no lo
son. Con el tiempo, lo aceptamos y comprendemos que la mayoría de personas
aparecen y desaparecen de nuestras vidas, y que solo unas pocas, contadas con
los dedos de la mano, permanecen a nuestro lado. Recuerdo que cuando inicié mi
vida laboral, estaba convencido de que tenía muchos amigos de mi misma
profesión, ahora en cambio, estoy seguro que no es así. Lo que sí resulta
curioso, es que los escasos amigos de la infancia y la vida escolar, permanecen
y ni siquiera necesitamos vernos de modo continuo, porque en la amistad no
existe el factor temporal. Nos vemos una o dos veces al año, y es suficiente.
Entre
los colegas existen casos excepcionales de verdadera amistad, donde elementos
como: el beneficio mutuo, la generosidad, la cotidianidad, la elección y la
afectividad están presentes, pero cada vez, son más escasos. A pesar de ello,
lo hermoso, es el descubrimiento de nuevas personas, en mi caso particular, los
amantes de la literatura, porque nosotros también aparecemos y desaparecemos en
la vida de alguien. Nuestra propia existencia se convierte en una paradoja,
entreverados en medio de las personas, surge la amistad aunque cada vez menos,
y me fascina el origen de la misma que plantea Aristóteles, y que quizá
signifique la razón de tal disminución: la amistad proviene del afecto que el
ser humano se tiene a sí mismo. Cuánta razón tiene.