Cuando uno busca el éxito, en la mayoría de las
ocasiones, va posponiendo aspectos importantes de la vida para el mañana. Reír,
amar, compartir con el prójimo o simplemente disfrutar de la vida, se convierten
en obstáculos para quienes ambicionan el éxito. Al respecto, existe una fábula
árabe que considero pertinente para reflexionar sobre el tema.
Dicen
que cuando Dios creó al hombre, a cada individuo le dijo algo al oído: “Nunca
he creado a nadie como tú. Tú eres especial. Todos los demás son ordinarios”. Y
hasta la actualidad, Dios o la sociedad nos siguen contando esta fábula, y
dependiendo del significado que se le atribuya, puede resultar una broma
siniestra. La razón es sencilla, sucede que todo el mundo está en la misma
situación, es decir cree que es especial y por lo tanto, piensa que lo merece
todo.
Una
forma de manifestar esta creencia es la búsqueda del éxito, el inconveniente
radica en que millones de personas buscan lo mismo, y solo muy pocos lo
alcanzan, esto crea una inmensa frustración. Las personas se tensan mientras se
esfuerzan por alcanzar más de lo que tienen, y no perciben que en el camino
se pierden diversas oportunidades para disfrutar de la vida. Si cada uno, solo
se dedicara a lo suyo, se evitarían la mayoría de los conflictos, disputas
laborales, profesionales y de todo tipo. ¿Cuál es el costo del éxito? En muchas
ocasiones, la pérdida de la vida misma porque la infancia, la juventud, la vida
en su totalidad se va en un abrir y cerrar de ojos. Buscar significa mirar en
una sola dirección y perder miles de oportunidades para vivir. Es la paradoja
de la existencia. Lo único que cuenta es el resultado final. ¿Fuiste capaz de
vivir cada momento de tu vida o te lo perdiste por buscar algo más? En la
respuesta a esta pregunta radica lo que cada uno entiende por éxito.