domingo, 14 de mayo de 2017

CITA MACABRA


Se abren las compuertas y el toro sale corriendo. Asustado, confundido. El toro no entiende por qué la gente aplaude, por qué grita, por qué de pronto ahora hay luz y una figura dorada difusa al frente. Solo mira sin ver por la vaselina. Con esfuerzo tiene que levantar la cabeza. Rasgaron los músculos del cuello para que permanezca más cerca de la arena que del cielo. El toro siente la puya, y otra vez, el griterío. Insoportable, indigno. El toro huye confundido, tropieza con las tablas, cae, se levanta y corre entre los anillos como un oráculo trazado. El toro besa la arena y la gente vestida de humanos aplaude. A veces, un caballo muere y la gente también aplaude. La figura dorada lo espera y el toro, sin saber, acude a la macabra cita, cada vez más débil, deshidratado, golpeado. El toro ahora está furioso pero humillado. Una estocada del averno y descubre que la figura dorada no es dorada sino negra, como el alma de las personas que vitorean al hombre por sobre el animal. El toro ya huele la arena. Está muy cerca. Demasiado. El toro ha muerto y nadie ha visto su muerte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario