JF es fanático del filme
Cars. Ha visto la película unas 800 veces, y en mi caso unas 600, porque no le
gusta ver la televisión solo. En realidad no le gusta hacer nada solo. Así que
en cada oportunidad en la cual coge sus autos y pide su video, mi esposa o yo,
o ambos teníamos que sentarnos con él y volver a ver el filme. Recuerdo que
llegó un momento, donde alcancé a memorizar cada escena. Incluso llegué a ser
capaz de recitar los diálogos de los personajes a la perfección y a descubrir
los momentos predilectos de mi hijo: los choques de autos, sobre todo cuando
salían volando unos encima de otros. Mi hijo no solo estaba aprendiendo sino
además, jugaba con los ojos.
¿Cuándo comenzó este cambio
en JF? Cuando logró ponerse de pie y dio sus primeros pasos. La capacidad de
caminar le brinda a todo niño una nueva visión espacial del mundo, su campo de
acción se amplia de modo notable. Antes estaba limitado a la zona donde lo
colocábamos, y en cambio, ahora podía dirigirse hacia donde quisiera. A
nosotros, nos emocionó verlo caminar, pero a la vez, la angustia nos invadió
hasta niveles siderales, porque su deseo de explorar lo llevó por cada rincón
de la casa, sin medir el peligro, y cada vez que encontraba algo que lo
satisfacía lo convertía en un juego. El juego, la actividad más significativa
para todo niño.
Y para jugar, una parte
importante son los juguetes. La otra más importante, por supuesto, son los
padres con quienes jugar. Lo entendía a la perfección, pero quería que JF
tuviera juguetes y poder divertirnos juntos, hasta que un día escuché una
entrevista al premio nobel José Saramago, a quién admiro como persona y
escritor, decir que los niños en la actualidad casi no tienen la posibilidad de
crear porque los padres actuales llenan las habitaciones de los niños de
juguetes. En la actualidad, un niño ni siquiera tiene la posibilidad de
disfrutar de un juguete, y elegir uno como su preferido, porque de inmediato ya
le compraron otro. Y tiene razón, en mi infancia recuerdo haber tenido mi
caballito favorito, mi tigre, mi auto amarillo. En cambio, ahora veo a mi hijo
pasar de un juguete a otro sin mayor significancia. De inmediato, detuve la
mano y reduje la compra de juguetes y recordé cómo se divertía al principio con
un perrito con ruedas que para variar decía: “guau”, que le obsequiaron mis
padres cuando cumplió su primer año. Lo llevaba por toda la casa. Los juguetes
con ruedas y de bloques son los mejores para comenzar.
Una tarde regresó a la casa
con un avión de peluche. “Se lo ganó en una fiesta”, dijo mi esposa. Era uno de
los protagonistas de una película de Disney. Entonces tuve una recaída. Olvidé
las sabias palabras de Saramago y poco a poco compré todos los peluches. Ahora,
JF tiene su aviación completa o quizá deba decir: yo tengo mi aviación completa.
Solo sé que corremos y reímos haciendo carreras de aviones y luego, otra vez,
coge sus autos y pide su video de Cars. Todavía ignoro el resultado de estas
acciones, aunque en estos casos, siempre resulta útil recordar que el punto
medio aristotélico es imprescindible.