EL VAMPIRO
Tú que, como una
cuchillada,
El corazón me
atravesaste;
Y que a un rebaño
de demonios
Quisieras, loca,
semejante,
Y de mi espíritu
humillado
Haces tu lecho y
madriguera
-infame a quien
estoy unido
Como el forzado a
la cadena
Como a su juego el
jugador,
Como el borracho a
su botella,
Como el gusano a
la carroña,
¡Maldita tú,
maldita seas!
Pedí al puñal,
para qué rápido,
Me diera, al fin,
mi libertad,
Y quise, en
pérfido veneno
Tanta bajeza
terminar
Pero el puñal y la
ponzoña
Así los dos me han
respondido:
“De esta maldita
esclavitud
Nunca has de verte
redimido
¡Imbécil! –de esa
servidumbre
Si te pudieran
dejar limpio,
Tú, con tus besos,
revivieras
Ese cadáver de
vampiro”
¿Quién no se ha mostrado
ambivalente en algún momento de su vida? Sucede que la vida está plagada de
ambivalencias. El vampiro de Charles Baudelaire, es una muestra de ello. El
poema aparece en el libro Las flores del mal. Es el número 31, y desde el
título quedamos atrapados entre la vida y la muerte. Un vampiro es un muerto
que todavía existe. Esta aparente contradicción, es decir, la ambivalencia,
para Freud (1923) es inherente al ser humano. En su libro “Más allá del
principio del placer” plantea la teoría del eros y tánatos, donde el elemento
dinámico de las pulsiones de vida y de muerte desempeña un papel primordial en
la vida de las personas. Desde los primeros versos queda plasmada la
ambivalencia.
“Tú que, como una cuchillada,
El corazón me atravesaste;”
Aquí, Baudelaire parece dirigirse
hacia alguien, un objeto de amor, y a la vez, puede significar el estado del
enamoramiento, por ser imprevisto, incontrolable, pero percibido de un modo
negativo porque implica una herida, obvia la alegría y elige la angustia, los
demonios. En cambio, la idea de dirigirse al objeto amado se sustenta en el
último verso de la primera estrofa con la palabra “semejante”. Otro que es
ajeno y capaz de desestabilizar el psiquismo y apoderarse del yo que ha perdido
toda su voluntad.
“Y de mi espíritu humillado”
Este verso no solo representa la
simbiosis del yo fusionado en el otro, sino la resistencia a tal situación, o
al menos, el intento. Un intento fallido en los versos que siguen en el poema.
El poeta se siente unido “Como el forzado a la cadena”. Lo que sorprende es el
dolor que plasma y asocia a la pasión. Desde esta perspectiva pasión es sufrimiento.
Es evidente la desilusión amorosa que lo consume como el vampiro a sus
víctimas, y al mismo tiempo, la imposibilidad de liberarse de ella. Enamorarse
para el poeta es permanecer entre la vida y la muerte.
“Como a su juego el jugador
Como el borracho a su botella”
En estos versos se añade un
carácter adictivo, una escisión entre el aspecto racional y el instintivo. Es
como ser consciente de algo y no poder controlarlo. Deseo y rechazo unidos, es
la ambivalencia pura.
Si bien el otro, está representado
por el vampiro, la pasión convertida en dolor es propia, es percibida como
servidumbre, “De esta maldita esclavitud”, quizá por esta razón, Baudelaire
establece una equivalencia entre el enamoramiento y lo mundano.
“Tanta bajeza terminar”
Sucede que el enamoramiento, la
pasión, no necesitan del otro. El enamoramiento es individual (Alberoni, 2006).
El otro solo representa la excusa que permite aflorar al yo. Por otro lado, el
rechazo queda manifestado en el pedido al puñal y la ponzoña, y en este
momento, se aprecia un nuevo fracaso, una nueva expresión de la ambivalencia.
“Tú, con tus besos, revivieras
Ese cadáver de vampiro”
Sucede que el puñal y la ponzoña
son parte del mismo yo del poeta. Es una lucha consigo mismo. Desde esta
perspectiva el vampiro solo es la excusa de la existencia del otro que succiona
sus emociones y sentimientos, y que a la vez, proporciona placer, pero el
conflicto sigue a nivel interno. En otro poema de Las flores del mal,
Baudelaire escribe “Yo soy la herida y el cuchillo”. Otra vez, la ambivalencia como
constante. La ambivalencia propia de la vida.
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