jueves, 2 de julio de 2015

SENSACIÓN AMBIVALENTE EN EL POEMA EL VAMPIRO


EL VAMPIRO

Tú que, como una cuchillada,
El corazón me atravesaste;
Y que a un rebaño de demonios
Quisieras, loca, semejante,

Y de mi espíritu humillado
Haces tu lecho y madriguera
-infame a quien estoy unido
Como el forzado a la cadena

Como a su juego el jugador,
Como el borracho a su botella,
Como el gusano a la carroña,
¡Maldita tú, maldita seas!

Pedí al puñal, para qué rápido,
Me diera, al fin, mi libertad,
Y quise, en pérfido veneno
Tanta bajeza terminar

Pero el puñal y la ponzoña
Así los dos me han respondido:
“De esta maldita esclavitud
Nunca has de verte redimido

¡Imbécil! –de esa servidumbre
Si te pudieran dejar limpio,
Tú, con tus besos, revivieras
Ese cadáver de vampiro”


               ¿Quién no se ha mostrado ambivalente en algún momento de su vida? Sucede que la vida está plagada de ambivalencias. El vampiro de Charles Baudelaire, es una muestra de ello. El poema aparece en el libro Las flores del mal. Es el número 31, y desde el título quedamos atrapados entre la vida y la muerte. Un vampiro es un muerto que todavía existe. Esta aparente contradicción, es decir, la ambivalencia, para Freud (1923) es inherente al ser humano. En su libro “Más allá del principio del placer” plantea la teoría del eros y tánatos, donde el elemento dinámico de las pulsiones de vida y de muerte desempeña un papel primordial en la vida de las personas. Desde los primeros versos queda plasmada la ambivalencia.

               “Tú que, como una cuchillada,
               El corazón me atravesaste;”
              
               Aquí, Baudelaire parece dirigirse hacia alguien, un objeto de amor, y a la vez, puede significar el estado del enamoramiento, por ser imprevisto, incontrolable, pero percibido de un modo negativo porque implica una herida, obvia la alegría y elige la angustia, los demonios. En cambio, la idea de dirigirse al objeto amado se sustenta en el último verso de la primera estrofa con la palabra “semejante”. Otro que es ajeno y capaz de desestabilizar el psiquismo y apoderarse del yo que ha perdido toda su voluntad.

               “Y de mi espíritu humillado”

               Este verso no solo representa la simbiosis del yo fusionado en el otro, sino la resistencia a tal situación, o al menos, el intento. Un intento fallido en los versos que siguen en el poema. El poeta se siente unido “Como el forzado a la cadena”. Lo que sorprende es el dolor que plasma y asocia a la pasión. Desde esta perspectiva pasión es sufrimiento. Es evidente la desilusión amorosa que lo consume como el vampiro a sus víctimas, y al mismo tiempo, la imposibilidad de liberarse de ella. Enamorarse para el poeta es permanecer entre la vida y la muerte.



        “Como a su juego el jugador
         Como el borracho a su botella”

               En estos versos se añade un carácter adictivo, una escisión entre el aspecto racional y el instintivo. Es como ser consciente de algo y no poder controlarlo. Deseo y rechazo unidos, es la ambivalencia pura.

               Si bien el otro, está representado por el vampiro, la pasión convertida en dolor es propia, es percibida como servidumbre, “De esta maldita esclavitud”, quizá por esta razón, Baudelaire establece una equivalencia entre el enamoramiento y lo mundano.

               “Tanta bajeza terminar”

               Sucede que el enamoramiento, la pasión, no necesitan del otro. El enamoramiento es individual (Alberoni, 2006). El otro solo representa la excusa que permite aflorar al yo. Por otro lado, el rechazo queda manifestado en el pedido al puñal y la ponzoña, y en este momento, se aprecia un nuevo fracaso, una nueva expresión de la ambivalencia.

               “Tú, con tus besos, revivieras
               Ese cadáver de vampiro”


               Sucede que el puñal y la ponzoña son parte del mismo yo del poeta. Es una lucha consigo mismo. Desde esta perspectiva el vampiro solo es la excusa de la existencia del otro que succiona sus emociones y sentimientos, y que a la vez, proporciona placer, pero el conflicto sigue a nivel interno. En otro poema de Las flores del mal, Baudelaire escribe “Yo soy la herida y el cuchillo”. Otra vez, la ambivalencia como constante. La ambivalencia propia de la vida.

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