Quisiera comenzar con una definición de Denegri
publicada en su artículo “El asesino desorganizado” Para el autor, el ser humano es un miembro del reino
animal, del filum de los cordados, del subfilum de los vertebrados, de la clase
de los mamíferos, de la subclase de los euterios, del grupo de los
placentarios, del orden de los primates, del suborden de los pitecoides, del
infraorden de los catarrinos, de la familia de los hominoides, de la subfamilia
de los homínidos, del género homo y de la especie stúpidus. Si bien la
definición tiene una base biológica, su conclusión bastante pesimista es capaz
de captar la atención del lector. ¿Quién es el ser humano? La única especie que
está destruyendo el planeta. Pero también es la especie que nos regala novelas
maravillosas como “La insoportable levedad del ser” de Kundera, o actitudes
brillantes como la de la madre Teresa de Calcuta. Por otro lado, Lorenz
sostenía que el hombre no podía ser la imagen definitiva de Dios. Además, si
desde la postura católica Dios es el increado y carece de cuerpo, ¿Cómo podemos
estar creados a su imagen y semejanza? De igual modo, las deficiencias humanas no
sostienen bajo ningún concepto nuestro origen divino.
Entonces ¿quién es el ser humano? Quizá exista la
posibilidad de modificar la interrogante hacia ¿quién soy? Modifica de manera
radical la perspectiva. Pero en este caso, las respuestas tampoco resultan
convincentes. Podría decir, que soy un varón. No es mi género. Un profesional, no
es mi labor. Pienso que el ser humano, representado en cada persona, es un
cúmulo de experiencias favorables y adversas, que configuran nuestra imagen.
Por lo tanto, yo existo por las experiencias vividas y porque hay otro que me
observa. El ser humano, es decir, yo, soy subjetividad pura, pero no en el
sentido freudiano, sino en la forma como lo plantea Saramago. Soy mis
recuerdos, mi presente y quizá, mi porvenir.
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