sábado, 19 de noviembre de 2016

MONTANDO A CABALLO


Un hombre sobre un caballo no es lo mismo que un hombre a pie, ni siquiera es igual que viajar en un auto. Un varón o una mujer sobre un caballo denotan elegancia, aunque parezca medieval o irrelevante, no importa. Un caballo es noble, pero sin perder su brío, su energía, sobre todo el caballo de carrera, que en palabras de Savater, pertenece a la única aristocracia que queda en el mundo. Un caballo de carrera tiene que demostrar su valía, no solo con su velocidad, sino con el corazón. Parece una fantasía, pero quienes conocemos algo de hípica sabemos que es cierto. No solo gana la velocidad y la resistencia, sino el corazón. Así derrotó El Duce a Destinado en el Derby Nacional de 1988, fue el coraje, el que llevó a ese tordillo hermoso a alcanzar a un rival que lo superaba en velocidad, pero no en resistencia, del mismo modo, se mantuvo Lutz en la punta, cuando la yegua chilena Secuencia atropelló con todo, en el Gran Premio Latinoamericano de 1986 disputado en La Rinconada, Venezuela. Fue el corazón, el que lo mantuvo en la punta, cuando toda la caballada brasileña, chilena, argentina y venezolana se venía encima, para otorgarle al Perú, el primer triunfo en un premio de tal envergadura.


Como sucede con las personas, no todos los caballos tienen este distintivo. A muchos les falta ese plus que los convierte en verdaderas estrellas del pasto o la arena. Cuando llega la hora de la verdad y se abren las celdas del partidor, descubrimos que no a todos los competidores les gusta correr de igual modo, unos prefieren marchar en punta, otros venir cerca, a la expectativa, dispuestos a acelerar cuando se agoten los punteros, y un tercer grupo, prefiere marchar al fondo del grupo, en apariencia desatendidos de lo que sucede con sus rivales, pero es una trampa, porque están listos para atropellar en los metros finales.

Cada carrera es una nueva historia y una oportunidad para demostrar, de que está hecho su verdadero corazón, así surge la empatía con el público. He visto caballos estupendos, fracasar por falta de ese plus, los he visto acobardarse ante un rival de polendas, pero también he visto lo contrario, nobles animales que se engrandecen ante la adversidad, dejando el resto en la cancha, incluso retornando en tres patas luego de un triunfo que no podían ceder. Por supuesto, que al igual que los seres humanos, existen días buenos y malos, es la ambivalencia natural de la vida, pero si se trata de un verdadero crack, buscará la revancha, Como Texfina ante Galeno en el Jockey Club de 1987, o como El Duce, en su despedida triunfal, ante Colesterol, y la conseguirán, porque lo que distingue a un caballo de carrera, es su corazón.