En la década del 50, la República Checa, todavía mantenía
el nombre de Checoslovaquia, así como la influencia de la ideología socialista
soviética que se mantuvo durante varios
décadas más. Influencia plasmada en el control de las instituciones, y
por consiguiente, también sobre el arte. Recién en 1963, este país europeo inicia
sus pasos hacia la libertad política. Los escritores confinados al silencio
durante años, ven la oportunidad de expresar sus ideas, y traspasan la barrera
de oriente y su obra comienza a ser reconocida lejos de las barreras impuestas
por la censura socialista.
En este
contexto, destaca la notable figura de Milan Kundera al desenmascarar la
realidad abusiva del stalinismo con la novela “La broma”, publicada en 1967,
donde narra la historia de Ludvick, un estudiante universitario, que envía a
una compañera de clase una tarjeta donde se burla del optimismo ideológico de
la época, y sufre las consecuencias grotescas de ello. De este modo, eligiendo
una situación en apariencia trivial, Kundera brinda al mundo lo absurdo de una sociedad
regida por ideologías autoritarias que no permiten discusión alguna.
Al año
siguiente, en 1968, los rusos invaden Praga, y muchos autores son sometidos a
la censura. Esto obliga a Kundera a emigrar a París, ciudad donde escribirá sus
mejores obras, implementando un estilo particular combinando la ficción con el
ensayo filosófico. En París, escribirá quizá su mejor novela: “La insoportable
levedad del ser”, una historia de amor que inicia a modo de texto filosófico,
para luego trasladar al lector a un mundo de celos, traiciones y muerte,
capaces de conmover hasta la personalidad más rígida. La obra nos revela las
fragilidades de las personas que parecen destinadas al sufrimiento, pero a
diferencia de la tragedia griega, es un destino buscado por las propias
parejas. Toda una paradoja. Un destino que lleva a una dramática reflexión: la
levedad de la propia existencia.