lunes, 6 de julio de 2015

R2-D2 Y LA EDUCACIÓN UNIVERSITARIA

En la mayoría de los períodos de nuestras vidas existen tiranías. Algunas benévolas, otras verdaderamente abusivas. La primera es la familia. Cuando somos niños estamos a merced de nuestros padres. Ellos deciden a qué hora debemos comer y qué comer, cuando ir a dormir así no tengamos sueño, cuál es la diferencia entre lo bueno y lo malo, incluso cuanto tiempo jugar. Y es natural, un niño pequeño tiene que aprender casi todo para vivir en sociedad. Es decir tiene que ser educado. Lo mismo sucede cuando se inicia la etapa escolar. En este momento, la labor educativa pasa a ser compartida con los maestros. Y hay varios tipos de maestros: los que saben enseñar y los que no, los tiranos y los empáticos. Durante todo este proceso, el ser humano pierde gran parte de su espontaneidad, es decir, se adapta a la sociedad. En estas condiciones, acceden a la vida universitaria, con una mayor capacidad de decisión y respuesta ante ciertas actitudes de algunos docentes, pero todavía carentes de un poder simétrico, no solo debido a la organización institucional imperante, sino que además, les falta conocimiento y sobre todo experiencia. No estoy afirmando que la relación docente alumno deba ser simétrica. No, de ninguna manera, pero lo que sí debemos preguntarnos es ¿qué enseñar?, ¿cómo enseñar?, y ¿para qué enseñar? Cuando estudiaba psicología a inicios de la década de los noventa, recuerdo a un profesor lanzando por la ventana del aula el trabajo de un grupo de compañeros porque estaba mal elaborado. Y la mayoría de mis compañeros, lo considerábamos uno de los mejores docentes de la Facultad. Clases con abundante contenido informativo y además, amenas, mientras que la mayoría de los otros docentes manejaban el tema, pero era tan aburridos, que poco faltaba para llevar nuestra almohadilla y echarnos a dormir.



   Cuando en 1996, ya casi veinte años, recibí la propuesta de enseñar en la universidad donde me formé como profesional. Prometí no convertirme en un tirano, aunque reconozco, que en ocasiones es necesario poner orden, sobre todo en las nuevas generaciones, pero además, incorporé una idea adicional. Con el transcurrir del tiempo, percibí que los contenidos no representan el principal problema, sino que este radica en las dos interrogantes siguientes: ¿cómo y para qué? Entonces decidí enseñar cómo me hubiera gustado que me enseñen, y tratando de identificar las diferencias individuales, porque es conocido que no todos aprendemos de igual manera. Dominar contenidos, ser ameno y manejar el uso del poder. Por supuesto, que es más fácil plantearlo que lograrlo, representa todo un proceso plagado de altibajos.

   A lo largo, de estos casi veinte años de docencia, he recibido múltiples satisfacciones, desde invitaciones como ponente a eventos organizados por los alumnos, ofrecer clases magistrales a promociones, hasta obsequios más personales como botellas de vino, colonias y lapiceros, que son los reconocimientos que realmente importan, al menos para mí, aquellos brindados por los alumnos. Sin embargo, el otro día tuve la fortuna de vivir una experiencia conmovedora, recibí un R2- D2, para quienes lo desconocen, es el famoso robot en forma de cilindro de la saga de Star War. Fue un obsequio que realmente me sorprendió por su calidad vincular. La gentileza la tuvieron mis alumnos del curso de psicopatología del V ciclo de la Universidad Nacional Federico Villarreal. Sucede que soy coleccionista de la famosa saga de Lucas, y ellos lo habían averiguado. Confieso que me emocionó, lo sentí desde la entraña, y quienes me conocen, saben que no es sencillo lograrlo. De inmediato, lo subí al muro del Facebook, no por vanidad, sino por gratitud. Esta experiencia me hace comprender, que quizá estoy encontrando las respuestas a las dos interrogantes antes planteadas. Gracias, chicos. Fueron muy amables.

jueves, 2 de julio de 2015

SENSACIÓN AMBIVALENTE EN EL POEMA EL VAMPIRO


EL VAMPIRO

Tú que, como una cuchillada,
El corazón me atravesaste;
Y que a un rebaño de demonios
Quisieras, loca, semejante,

Y de mi espíritu humillado
Haces tu lecho y madriguera
-infame a quien estoy unido
Como el forzado a la cadena

Como a su juego el jugador,
Como el borracho a su botella,
Como el gusano a la carroña,
¡Maldita tú, maldita seas!

Pedí al puñal, para qué rápido,
Me diera, al fin, mi libertad,
Y quise, en pérfido veneno
Tanta bajeza terminar

Pero el puñal y la ponzoña
Así los dos me han respondido:
“De esta maldita esclavitud
Nunca has de verte redimido

¡Imbécil! –de esa servidumbre
Si te pudieran dejar limpio,
Tú, con tus besos, revivieras
Ese cadáver de vampiro”


               ¿Quién no se ha mostrado ambivalente en algún momento de su vida? Sucede que la vida está plagada de ambivalencias. El vampiro de Charles Baudelaire, es una muestra de ello. El poema aparece en el libro Las flores del mal. Es el número 31, y desde el título quedamos atrapados entre la vida y la muerte. Un vampiro es un muerto que todavía existe. Esta aparente contradicción, es decir, la ambivalencia, para Freud (1923) es inherente al ser humano. En su libro “Más allá del principio del placer” plantea la teoría del eros y tánatos, donde el elemento dinámico de las pulsiones de vida y de muerte desempeña un papel primordial en la vida de las personas. Desde los primeros versos queda plasmada la ambivalencia.

               “Tú que, como una cuchillada,
               El corazón me atravesaste;”
              
               Aquí, Baudelaire parece dirigirse hacia alguien, un objeto de amor, y a la vez, puede significar el estado del enamoramiento, por ser imprevisto, incontrolable, pero percibido de un modo negativo porque implica una herida, obvia la alegría y elige la angustia, los demonios. En cambio, la idea de dirigirse al objeto amado se sustenta en el último verso de la primera estrofa con la palabra “semejante”. Otro que es ajeno y capaz de desestabilizar el psiquismo y apoderarse del yo que ha perdido toda su voluntad.

               “Y de mi espíritu humillado”

               Este verso no solo representa la simbiosis del yo fusionado en el otro, sino la resistencia a tal situación, o al menos, el intento. Un intento fallido en los versos que siguen en el poema. El poeta se siente unido “Como el forzado a la cadena”. Lo que sorprende es el dolor que plasma y asocia a la pasión. Desde esta perspectiva pasión es sufrimiento. Es evidente la desilusión amorosa que lo consume como el vampiro a sus víctimas, y al mismo tiempo, la imposibilidad de liberarse de ella. Enamorarse para el poeta es permanecer entre la vida y la muerte.



        “Como a su juego el jugador
         Como el borracho a su botella”

               En estos versos se añade un carácter adictivo, una escisión entre el aspecto racional y el instintivo. Es como ser consciente de algo y no poder controlarlo. Deseo y rechazo unidos, es la ambivalencia pura.

               Si bien el otro, está representado por el vampiro, la pasión convertida en dolor es propia, es percibida como servidumbre, “De esta maldita esclavitud”, quizá por esta razón, Baudelaire establece una equivalencia entre el enamoramiento y lo mundano.

               “Tanta bajeza terminar”

               Sucede que el enamoramiento, la pasión, no necesitan del otro. El enamoramiento es individual (Alberoni, 2006). El otro solo representa la excusa que permite aflorar al yo. Por otro lado, el rechazo queda manifestado en el pedido al puñal y la ponzoña, y en este momento, se aprecia un nuevo fracaso, una nueva expresión de la ambivalencia.

               “Tú, con tus besos, revivieras
               Ese cadáver de vampiro”


               Sucede que el puñal y la ponzoña son parte del mismo yo del poeta. Es una lucha consigo mismo. Desde esta perspectiva el vampiro solo es la excusa de la existencia del otro que succiona sus emociones y sentimientos, y que a la vez, proporciona placer, pero el conflicto sigue a nivel interno. En otro poema de Las flores del mal, Baudelaire escribe “Yo soy la herida y el cuchillo”. Otra vez, la ambivalencia como constante. La ambivalencia propia de la vida.