miércoles, 6 de noviembre de 2013

ADIOS



Decir adiós significa cambiar. Representa el coraje de atreverse a hacer algo nuevo, diferente. Dejar lo viejo por lo nuevo. Atreverse a dejar lo conocido y cotidiano por lo desconocido y la incertidumbre. El adiós cuando parte de una decisión propia siempre necesita de valor y coraje. Es como dejar la seguridad del hogar e iniciar un viaje por una selva inexplorada, sin contar con un mapa de ruta que nos guie. Pocos se atreven. Lo más sencillo es continuar con la rutina, así esté marcada por el tedio y el aburrimiento, incluso por la desazón, pocas son las personas que se arriesgan a decir adiós, que optan por el cambio.

            Sucede que la mayoría de personas son de una medianía enfermiza. En primer lugar, se tiende a rechazar lo extraordinario. Por ejemplo si se descubriera vida en otro planeta, no faltarían argumentos en contra aduciendo que se trata de una farsa creada por los gobiernos que dirigen el mundo. En segundo lugar, ante el éxito ajeno surge la envidia como una forma de menospreciar el logro, en lugar de decidirse a mejorar. Por ejemplo, cuando la selección juvenil de vóley avanzó a semifinales del mundial de modo inesperado, el seudotriunfalismo y seudopatriotismo de muchos exigía el título. Cuando la selección terminó en un honroso cuarto puesto, no faltaron las voces que acusaron a la selección de falta de coraje. Qué comentarios tan mezquinos. Acusar de medianía al resto aparece como la forma favorita de los mediocres de ocultar sus propias limitaciones.

            Existen situaciones donde el adiós no lo decidimos nosotros, sino que depende de otras personas o de las circunstancias. Una pareja que nos abandona, una empresa que nos despide o un amigo que nos traiciona. En estas condiciones resulta imperativo el cambio. A veces tenemos que aceptar que no nos quieren y están en su derecho. Solo nos queda decir adiós y seguir adelante.

            Decir adiós, requiere de mucho valor, sobre todo cuando existe una valor sentimental ligado al contexto. Por ejemplo, valor para dejar una relación enfermiza que nos abruma con insatisfacciones, y aceptar como consecuencia de ello, una temporada de soledad con la única certeza de que la próxima relación será diferente, ni mejor ni peor, solo diferente.

            En ocasiones hay que atreverse a salir de casa. Hay que tener el coraje de arriesgarse. Se puede caer en el intento, claro que sí, pero también se puede alcanzar el triunfo. Hay que adentrarse en la selva, es necesario optar por lo inesperado, ir contra la corriente, hay que atreverse a ser diferente y no seguir a los demás como ganado, y para ello, es inevitable decir adiós. Adiós a nuestras creencias. Adiós a las malas noticias que recibimos cada día. Adiós a los traumas y a los golpes de la vida. Adiós a la envidia y al derrotismo que impera en nuestra sociedad. Adiós a los supuestos amigos que en realidad no lo son. Adiós a todo lo que nos detiene y a continuar cueste lo que cueste por aquello que deseamos. Sucede que no se puede seguir actuando del mismo modo y esperar un resultado diferente. Hay que atreverse a cambiar. Decir adiós no solo significa dejar las cosas en el pasado, sino orientarse hacia el futuro. Decir adiós significa aventurarse a seguir viviendo.