Soy un experto en insomnio. No recuerdo con exactitud
cuando comencé a experimentar semejante desgracia. Y por favor, no crean que
exagero cuando califico al insomnio de desgracia. Todos aquellos que lo padecen
saben que así es. Acaso existe peor situación que acostarse en la cama a dormir
porque se está muerto de sueño y no dejar de cabecear frente a la televisión o
frente a un libro, y luego de acomodarse entre las frazadas tener los ojos bien
abiertos como faroles y no poder conciliar el sueño. Es como si Morfeo, el dios
del sueño se hubiera largado de vacaciones sin tener la delicadeza de
avisarnos. Al principio, uno piensa ya me
dormiré, y comienza a dar vueltas buscando la posición más cómoda sobre el
colchón. Al cabo de varios minutos, el insomne ya se recorrió la cama unas
cincuenta mil veces y conoce todas las posturas posibles para dormir, incluso
existen casos, donde en su desesperación han inventado algunas posiciones
insólitas. Conozco algunos casos realmente increíbles. Felizmente, todavía no
he llegado a ese extremo pero ya he probado todas las posturas conocidas, de
frente, de espaldas, de costado hacia la izquierda, de costado hacia la
derecha, en diagonal, en posición fetal, con las cuatro extremidades abiertas, es decir todas
las posiciones, y el resultado es igual de desconcertante. Mi caso, debe ser
grave porque ninguna ha funcionado.
También
he probado los consejos bien intencionados de familiares y amigos con el mismo
decepcionante resultado. Toma una taza de
leche caliente antes de acostarte. Wiflas. Prueba con manzanilla, es relajante. Pichón. Toma valeriana, no falla. Falló. Haz ejercicio durante el día para que te canses. Ignoro porque
siempre hay gente que piensa que uno se rasca la barriga todo el santo día. Regresando
al consejo: haz ejercicio y verás cómo te
duermes. Never. Lee un libro aburrido.
Naranjas. Me encanta la lectura y si empiezo un libro no me detengo hasta el
siguiente día. Prueba con media
pastillita de alpaz. El médico me recetó la cuarta parte. Yo tomé una
pastilla entera y llegué a contar hasta quinientas ovejas antes de mandarlas al
carajo sin dar siquiera una pestañada. Reitero, mi caso debe ser grave.
Sin
embargo, existe un detalle que me tranquiliza. El insomnio solo me visita de
manera ocasional. Una o dos veces al mes. Además, uno termina por
acostumbrarse. En efecto, hace varios años que acepté la derrota y ya no lucho
contra la ausencia desconsiderada de Morfeo. Desde entonces, me siento mucho
mejor. Más relajado y menos irritable o culpable. Apenas descubro que he caído
en sus redes, me levanto, enciendo la laptop y a escribir. Por ejemplo, este
artículo fue producto de dos noches de insomnio. Desvelo que ahora considero
como una parte importante de ser. Bien dice la sabiduría popular: cuando no puedas derrotar al enemigo, únete
a él. Es lo que hice. Incorporé al insomnio dentro del círculo de mis
escasos amigos. Insomnio, eres mi amigo, y como amigo te pido un favor. Un
único favor que espero algún día escuches, cada vez que vengas a visitarme, no
quedes toda la noche desgraciado. Eso no se le hace a un buen amigo.