lunes, 23 de septiembre de 2013

ESCRITO NOCTURNO


Soy un experto en insomnio. No recuerdo con exactitud cuando comencé a experimentar semejante desgracia. Y por favor, no crean que exagero cuando califico al insomnio de desgracia. Todos aquellos que lo padecen saben que así es. Acaso existe peor situación que acostarse en la cama a dormir porque se está muerto de sueño y no dejar de cabecear frente a la televisión o frente a un libro, y luego de acomodarse entre las frazadas tener los ojos bien abiertos como faroles y no poder conciliar el sueño. Es como si Morfeo, el dios del sueño se hubiera largado de vacaciones sin tener la delicadeza de avisarnos. Al principio, uno piensa ya me dormiré, y comienza a dar vueltas buscando la posición más cómoda sobre el colchón. Al cabo de varios minutos, el insomne ya se recorrió la cama unas cincuenta mil veces y conoce todas las posturas posibles para dormir, incluso existen casos, donde en su desesperación han inventado algunas posiciones insólitas. Conozco algunos casos realmente increíbles. Felizmente, todavía no he llegado a ese extremo pero ya he probado todas las posturas conocidas, de frente, de espaldas, de costado hacia la izquierda, de costado hacia la derecha, en diagonal, en posición fetal, con las  cuatro extremidades abiertas, es decir todas las posiciones, y el resultado es igual de desconcertante. Mi caso, debe ser grave porque ninguna ha funcionado.

            También he probado los consejos bien intencionados de familiares y amigos con el mismo decepcionante resultado. Toma una taza de leche caliente antes de acostarte. Wiflas. Prueba con manzanilla, es relajante. Pichón. Toma valeriana, no falla. Falló. Haz ejercicio durante el día para que te canses. Ignoro porque siempre hay gente que piensa que uno se rasca la barriga todo el santo día. Regresando al consejo: haz ejercicio y verás cómo te duermes. Never. Lee un libro aburrido. Naranjas. Me encanta la lectura y si empiezo un libro no me detengo hasta el siguiente día. Prueba con media pastillita de alpaz. El médico me recetó la cuarta parte. Yo tomé una pastilla entera y llegué a contar hasta quinientas ovejas antes de mandarlas al carajo sin dar siquiera una pestañada. Reitero, mi caso debe ser grave.

            Sin embargo, existe un detalle que me tranquiliza. El insomnio solo me visita de manera ocasional. Una o dos veces al mes. Además, uno termina por acostumbrarse. En efecto, hace varios años que acepté la derrota y ya no lucho contra la ausencia desconsiderada de Morfeo. Desde entonces, me siento mucho mejor. Más relajado y menos irritable o culpable. Apenas descubro que he caído en sus redes, me levanto, enciendo la laptop y a escribir. Por ejemplo, este artículo fue producto de dos noches de insomnio. Desvelo que ahora considero como una parte importante de ser. Bien dice la sabiduría popular: cuando no puedas derrotar al enemigo, únete a él. Es lo que hice. Incorporé al insomnio dentro del círculo de mis escasos amigos. Insomnio, eres mi amigo, y como amigo te pido un favor. Un único favor que espero algún día escuches, cada vez que vengas a visitarme, no quedes toda la noche desgraciado. Eso no se le hace a un buen amigo.