De
esta manera, Avery Corman autor Kramer vs. Kramer presenta en la novela el
último diálogo entre los personajes principales. Ted, un padre que de improviso
se ve enfrentado al cuidado de su hijo interpretado en el filme de manera
magistral por Dustin Hoffman, y Billy, el hijo que padece las consecuencias del
disuelto matrimonio. Corman, el autor no es reconocido como un gran escritor,
pero en ocasiones autores que no gozan de mayor prestigio tienen el ingenio de
crear historias maravillosas, lástima que no puedan escribirlas tal y como se
la imaginan. Kramer vs. Kramer representa uno de estos singulares casos donde
la película supera al libro. Entre otros casos me atrevería a citar la novela El
Padrino de Mario Puzo. Reitero, aunque en cuestiones ligadas al arte todo
criterio resulta bastante subjetivo, a mi juicio el guion adaptado del filme
supera a la novela. Tal vez, este sea uno de los motivos del por qué la mayoría
de las personas recuerda a los personajes interpretados por Hoffman y Meryl
Streep y casi nadie evoque a Avery Corman. Recordemos que el filme fue
merecedor del Oscar el año de 1979, y que Streep recibió la misma estatuilla
como actriz de reparto.
En el arte, a diferencia de la psicología, el conflicto se entiende de
manera distinta, por este motivo, se equivocan quienes pretenden analizar a
través de la ciencia una novela, un cuento, un filme. De la obra en cambio, es
posible obtener algún conocimiento psicológico. Luego es necesario demostrarlo,
claro, pero es posible recibir luces orientadoras acerca de la psicología
humana. De modo específico el conflicto en literatura, donde se incluye el
guión se basa en una situación irresuelta que puede permanecer de esta manera,
es más, no se pretende como en la ciencia encontrar una solución. Esta carece
de relevancia, incluso más importante que hallar una respuesta, es encontrar en
la historia ritmo, atmósfera, verosimilitud.
Imaginen una película sin conflicto. ¿Qué haría Frodo de “El señor de
los anillos” si no tuviera que destruir el anillo de Sauron o Batman en una
ciudad Gótica sin villanos? La película sería aburridísima. En Kramer vs. Kramer el conflicto se presenta
desde la primera escena. Lo apreciamos desde el título. En una habitación sombría, apenas con una luz tenue, Joanna
le dice a su hijo: “Te quiero”. La atmósfera perfecta que de inmediato nos permite
avizorar que algo ocurre. El tono melancólico de la madre, su expresión que
concuerda con la escasa luz. Sin duda, algo no está bien. Luego, cuando Billy
dice: “Nos veremos en la mañana”, y su madre le responde con el silencio queda
confirmada la desolación por venir. La presentación en paralelo del triunfo
laboral de Ted y la decisión de abandonar el matrimonio por parte de Joanna es
un acierto del director. Un miembro de la pareja que encuentra el éxito laboral
y el otro que termina por hundirse en la inconformidad, la insatisfacción,
propios de un vacío existencial que agobia a muchas personas, sobre todo a
aquellas que optan por analizarse. Sócrates decía: “Una vida sin examen no
merece la pena ser vivida”. Es el caso de Joanna, la diferencia radica en que su
análisis no es productivo sino autodestructivo, un autoengaño. “No soy buena
para él”, le dice a Ted al momento de despedirse y abandonar todo, incluso a su
hijo. Situación sorprendente en su momento, Recuerden que el filme se estrenó a fines de la década del 70, cuando
era impensable que una mujer abandonara a su hijo. El abandono, la evasión de
la responsabilidad de los hijos siempre fue considerado masculino, cuántas
veces hemos sido testigos de padres que ni siquiera aceptan firmar a sus hijos.
La figura de la madre goza de un estatus diferente, siendo una de sus máximas
representantes la Virgen María. Para los no creyentes, también existen
ejemplos: son las hembras de los animales quienes se encargan de las crías, en
muy pocos casos sucede lo contrario. El macho del pingüino emperador empolla el
huevo, lo mismo sucede con el caballito de mar que los carga en una bolsa,
algún caso más por ahí, después siempre es la hembra la encargada. Como era
natural, esta herencia se trasladó al hombre, y la sociedad se encargó de
mantener el estatus quo durante miles de años. De ahí, el impacto del filme.
¿Cuánto valor se necesita para dejar a su hijo?, pregunta Ted
sorprendido. ¿Acaso el amor de la madre no es innato o es aprendido como
sostienen algunos? ¿Y el instinto maternal? ¿Acaso la relación madre hijo no es
un vínculo indestructible? Recordemos que lo primero que hace Billy en la
mañana es preguntar por su mamá. La etología demostró que la hembra cuida la
cría, sin embargo, en las noticias vemos como madres abandonan a sus bebés en
los basurales o en las tuberías del desagüe. Sucede que ya no somos solo
instinto, entonces nos equivocamos. Nos equivocamos al elegir pareja, nos
equivocamos al elegir cuando tener hijos, al momento de educarlos, al momento
de abandonarlos.
A diferencia de la madre, entre padre e hijo relación pasa por un
periodo mayor de adaptación. ¿Cuántos varones cambian gustosos el pañal de sus
hijos? En mi opinión, pocos. Ted recibe la noticia de la ruptura de su
matrimonio, de su relación con sorpresa, como la reciben la mayoría de personas
que alguna vez, han sido abandonadas. La crisis surge de pronto, y Ted tiene
que repetirle a cada instante a su hijo que todo está bien, es como si se lo
dijera a sí mismo. Al principio, incluso no acepta la separación. Imagina que
Joanna volverá, es la negación absoluta y el teléfono que timbra refleja la
sensación de vacío y dolor que la ausencia de la pareja ha ocasionado. Y sucede
que cuando uno es abandonado, siente por un periodo de tiempo que el mundo le
pesa una tonelada, que las horas no pasan y que la vida será insoportable sin
la pareja. Por fortuna, todo pasa. No hay que olvidarlo, todo pasa. Hasta el
enamoramiento más sublime. Hasta el dolor más intenso.
Además de la relación padre hijo que
muestra el filme, con sus períodos de adaptación, por ejemplo, los primeros
conflictos cuando Billy bota el jugo sobre los papeles de trabajo de Ted. El
desafío ante el helado que marca quizá una de las mayores crisis que lleva al
niño a reclamar a su mamá, Karmer vs Kramer es un filme sobre el abandono. Un
esposo que pierde a su esposa, un hijo que pierde a su madre, una madre que
abandona a su familia. Ted que termina perdiendo su trabajo y después la
custodia del niño. Todo es abandono seguido del resentimiento respectivo. No
hay separación sin trauma. No existe el abandono sin dolor, es una fantasía del
que se marcha.
Por otro lado, es un error subestimar a los niños. La carta absurda de la
madre donde dice que pretende buscar algo interesante por sí misma. ¿Y su hijo?
¿Qué madre podría escribir algo así para su hijo de 6 años? Billy capta muy
bien el mensaje, percibe que su mundo familiar se ha derrumbado y se culpa, por
este motivo, le pregunta a su padre: “¿Me dejarás?”.
Pasada la crisis, Ted vuelve a colocar el cuadro de la esposa en el
cuarto de Billy. Una forma de decir que el dolor pasa. Qué importante la frase
de Ted “Pero ahí estoy”, cuando su hijo siente el alejamiento. ¿Cuántos padres
podrán decir lo mismo? ¿Cuántos padres podrán hacer sentir que están allí para
sus hijos?
La renuncia de Joanna a la custodia del hijo a pesar de haber ganado el
juicio, solo confirma sus propias carencias, su imposibilidad vincular incluso
consigo misma. Ni siquiera es capaz de saber lo que quiere. Tal vez, porque ni
ella misma se quiere. Antes el divorcio se veía como fracaso, en la actualidad,
ya no se percibe así, y la escena final de la puerta del ascensor que se cierra
marca el final no solo del filme, sino de la pareja, Ted y Joanna quedan
separados por la puerta, cada uno en su propio espacio, y del conflicto, del
cual Billy no tiene ninguna culpa.
La escena del desayuno marca la
evolución de la relación padre hijo a pesar de la tristeza en la atmósfera. Una
relación es aceptación, no es obligación. Los hijos jamás olvidan a sus padres,
incluso su ausencia puede significar una presencia. Y los padres cuidan de sus hijos, al menos eso deberían. “Sí,
Billy podemos ir al parque”. “Sí, hijo podemos ir al parque” Es una frase que
todos nosotros que hemos sido niños una vez, recordamos con cariño.