lunes, 27 de mayo de 2013

LA TABERNA DE ZOLA



          Leí La taberna de Emilio Zola en una impecable edición de Oveja negra cuando era apenas un adolescente. Confieso que inicié la lectura con temor. Temor a sus más de trecientas páginas. No significa que antes, no hubiera leído libros de mayor extensión. Conversación en La catedral de Vargas Llosa y Moby Dick de Melville, los había devorado con una enorme satisfacción. Me atemorizaba lo desconocido, y Zola, para aquel adolescente que era a finales de los ochenta, era un total desconocido. Ignoro si les sucede a ustedes, en mi caso antes de leer por primera vez a un autor, así se trate de un clásico, solicito opiniones y no de expertos literatos, sino de amigos amantes de la literatura. Hay tanto por leer y tan escaso tiempo, que me niego a desperdiciar el tiempo leyendo un texto que no vale la pena o que no me agrada. Por otro lado, soy consciente que un reconocido autor o una obra maestra pueden no gustarnos, sin que ello signifique mezquinar méritos al autor o a la obra. La taberna se publicó en 1877 y me fascinó. La taberna es la séptima novela del ciclo de Los Rougon-Macquart, y narra la historia de Gervasie, una mujer honrada y trabajadora que después de alcanzar el progreso económico, las circunstancias y su escasa reacción ante las mismas, la lleva a degradarse y perder no solo a su familia, a sus amigos, sino a sí misma. Zola relata la desolación y la desesperanza del pueblo, a través de la identificación con este personaje femenino. Zola buscó en su obra descubrir el trasfondo del hombre en la sociedad. Con respecto de su novela, el autor comentó: “es la primera novela sobre el pueblo que no miente y que huele a pueblo”. Tiene toda la razón. La impotencia que embarga a Gervasie, además de conmovernos, nos acerca a una realidad desconocida para muchos, la realidad del individuo, en este caso una mujer que debe buscar en el entorno social el sustento diario con un mínimo de oportunidades para lograrlo. Las excesivas invitaciones para estar mal que agobian a la protagonista terminan por derrotarla y su injusta derrota nos conmueve. No entendemos su abandono. Sufrimos con ella, incluso resulta imposible dejarla y cuando por fin fallece, una melancólica resignación se apodera de nosotros. Con audaz sagacidad, Zola se introduce en nuestros pensamientos y nos conduce hacia la trágica idea: era lo mejor para ella. Ya no queríamos verla sufrir, quizá porque en el fondo, sufríamos también nosotros.

Hace unos días terminé de leer La bestia humana, y sigo pensando lo mismo. Zola es un autor extraordinario. Sorprende su capacidad de recrear la psicología de las personas, con sus conflictos y vicisitudes desde una perspectiva que bien podría situarse en la actualidad. Su obra no se desgasta, como sucede con algunas novelas clásicas. En el caso de Zola, la vigencia se mantiene porque ofrece al lector lo más profundo del ser humano, su sí mismo. Cada novela del autor francés representa no solo un viaje al naturalismo propio de la época, sino además, ofrece una mirada hacia el interior de uno mismo

lunes, 20 de mayo de 2013

HASTA SIEMPRE, MI QUERIDA KITTY


Estuvimos juntos un poco más de catorce años. La primera vez que te vi apenas medías unos centímetros. Eras una bolita de pelos con unos grandes y adorables ojos marrones llenos de vida. Vida que compartiste conmigo en las buenas y en las malas. Tenías nombre de gata pero eras una linda pekinesa de color caramelo. Fuiste mi mejor amiga. Compartiste mis triunfos, alegraste mis tristezas, nunca me engañaste, nunca jugaste sucio. Eras la compañía ideal. No imaginas como extraño tus correrías y saltos por toda la casa. Subirte a tu ventana preferida y mirar juntos hacia la calle. Irradiabas alegría. Toda la alegría y el entusiasmo que a mí me falta. La familia te llamaba Kitty bebé, porque parecías un cachorro de peluche, por eso me gustaba cargarte, sentir tu ternura. El día que partí de casa de mis padres, te quedaste con ellos. Era lo mejor. En adelante viviría en un departamento solo, adonde apenas llegaría por las noches a dormir. No hubiera sido conveniente que me acompañaras. ¿Qué hubieras hecho encerrada sola todo el día? En casa de mis padres, no solo estaban ellos, sino mi abuela que te adoraba. Toda la familia te amaba, y lo hacían porque eras un miembro más de nuestra pequeña tribu.

Fueron catorce años, y en catorce años ocurren innumerables circunstancias. Sucesos dignos de recordar y otros para olvidar, pero nada de arrepentirse de lo vivido. Eso jamás. Lo aprendí de ti. No es cierto que el hombre, sea un animal superior. La naturaleza es más sabia y su sabiduría se presenta de la forma menos esperada. Además, solo se arrepienten los pusilánimes, los débiles de carácter que no son capaces de afrontar la responsabilidad de sus actos. Considero un deber del ser humano asumir sus logros y sus fracasos, sus aciertos y equivocaciones, porque ello, nos convierte en quienes somos, nos define. No es válido arrepentirse de alguna acción propia. Ya está hecho. Si es posible corregirla, hay que hacerlo, de lo contrario solo queda asumir las consecuencias con hidalguía y seguir adelante. No existe otra alternativa. Y en los catorce años que me acompañaste, fuiste testigo de mis escasos aciertos e incontables errores.  Presenciaste cómo el estudiante se convirtió en profesional y luego, en docente universitario. También fuiste testigo en primera fila de cómo pasé de aspirante a escritor a ser autor de cuatro de mis cinco libros hasta el momento publicados. Tu partida impidió que vieras Te queda un poco de café, aunque escuchaste la mayoría de los cuentos que formaron parte del libro. Era una costumbre para algunos absurda. Leer mis cuentos a mi perro, como si entendiera. Para mí, el entendimiento no pasaba de ser un detalle carente de importancia. Se trataba de ti mi querida pekinesa. Mi mejor amiga durante catorce años. Cómo extraño tu alegría al recibirme, tus ladridos, tus cosquillas, incluso tu mal humor, porque a los amigos se los acepta tal y como son. En aquellos catorce años, perdí más amigos de los que gané. Una irrelevancia, si uno comprende y acepta que la mejor compañía para un aspirante a escritor, es la soledad. Escribir es una actividad solitaria. Si uno vive con una familia hay que atreverse a cerrar la puerta, lo dicen la mayoría de escritores King, Gardner, Vargas Llosa. Además, estabas tú que me acompañaba mientras escribía. Solo me resta una promesa que hacerte, mi querida Kitty. Nunca arrepentirme de nada. Nunca. Te lo prometo.

lunes, 6 de mayo de 2013

MISERY, PSICOSIS Y AMOR DIVÍSTICO


          Misery es una novela que estremece. Su autor Stephen King entregó el manuscrito a la editorial y fue publicado en 1987. De inmediato, se convirtió en un éxito. Tres años más tarde, William Goldman adaptó la novela al cine, y el filme fue muy bien aceptado por la crítica. El protagonista Paul Sheldon, un escritor de mucho éxito, fue interpretado nada menos que por James Caan, y Kathy Bates obtuvo un Oscar por darle vida a Annie, una psicótica asesina. Tanto en la novela como en el filme, el inicio es similar. Paul sufre un terrible accidente mientras viaja por la carretera, del cual sale vivo de milagro, pero con ambas piernas rotas y muy lastimado. Despierta en la casa de Annie Wilkes, una enfermera fanática de Misery, personaje de muchas de las novelas de Paul. Al principio todo parece marchar bien, Annie idolatra a Paul, el amor por el divo se manifiesta en los cuidados y esfuerzos por salvarle la vida, pero poco a poco se va descubriendo una obsesión que se apodera de su admiradora. Primero su irracional impulsividad, sus accesos de mal humor, cada vez más evidentes, hasta llegar a la tortura. Ella trata de retenerlo y lo obliga a escribir una nueva novela donde Misery reviva. Desde aquel momento, queda instaurada una lucha por sobrevivir. Paul intentará doparla, acuchillarla con tal de obtener su libertad, por su parte Annie, lo dejará de hambre, lo obligará a beber agua sucia, lo mutilará (en el filme solo lesionará sus tobillos), asesinará a todo aquel que aparezca por su cas buscando al laureado escritor. El suspenso pasa a convertirse en un elemento crucial de la historia y perdura hasta la escena final, en el restaurante en el filme de Goldman, y en la habitación del hotel en la novela. King nos refleja el amor divístico llevado a la obsesión, llevado a la psicosis extrema, y por tanto, su desestructuración como sentimiento válido. Es factible la identificación con la impotencia de Sheldon, imposibilitado de luchar con todas sus fuerzas al encontrarse herido. Sin embargo, no todo está perdido, King nos señala que siempre existe una esperanza a pesar de lo terrible dela situación, y esta esperanza se ampara en el ingenio, ya que lo único que posee Sheldon, es su habilidad para enfrentarse a un enemigo superior en fuerzas. ¿Triunfará?